‘Little’ Corea en el chat

El crío dibuja un paisaje tan pautado y aséptico que produce temblor

El nuestro se llama gossip family, un canal tan íntimo como hiperactivo, capaz de desbordar cariño un domingo por la tarde. Igual que tantas familias, allí volcamos nuestras ansias de contarnos cómo va la vida, además de compartir algún chisporroteo de asombro. La matriarca, que cada mañana lanza sus “buenos días” en un acto de mindfulness, nos mensajea en privado cuando se nos olvida contestar a nuestros hermanos para admirar las lindezas de los pequeños.

Esta semana nos reenvió un Tiktok de un niñito coreano que llega a casa con la mochila del cole, y, nada más entrar, se descalza, desinfecta los zapatos, hace los deberes y se prepara la cena con aparatos de cocina hi-tech que parecen juguetes y le cuecen las salchichas, incluso unas cookies de colores. El chiquillo come sus cuatro platos en una soledad tan ordenada como abrumadora, hasta que suena el teléfono y se produce el primer sonido humano. Es la voz de su madre, a la que le bastan unos segundos para comprobar que todo está en orden. Sin música ni pantallas, el crío, que lavará todo lo que ha ensuciado, se duchará y abrirá un libro medio minuto antes de apagar la luz, dibuja un paisaje tan pautado y aséptico que produce temblor.

“El mayor índice de suicidio infantil lo tiene Corea del Sur”, comenta uno de mis hermanos. “¡Menudo rebombori estáis armando; si vuestros hijos hicieran la mitad, estaríais más descansados!”, contesta mamá. Busco cifras que corroboran la afirmación de Edu, y sí, allí el suicidio es la primera causa de muerte de niños. Son instruidos en una alienante perfección, a base de dureza y zapatilla, para hacerlos autosuficientes de modo que parecen robotitos. Hasta que desconectan. La OMS acaba de romper el silencio: “Cada 11 minutos se suicida un niño en el mundo”. Preferimos que nos rompan los platos, aseguramos. También mi madre, que ahora nos manda un vídeo con una ración de cosquillas en los pies.c