“Es verdad que en la política conviven Dios y Satanás”
Esteban González Pons (València, 1964), eurodiputado y vicesecretario del PP, ha escrito dos novelas, Ellas, romántica, y ahora El escaño de Satanás (Espasa).
¿En su libro, dónde acaba la política y empieza la ficción? Soy un escritor que hace política y, como todo escritor, escribo de mi entorno. La pregunta es hasta dónde el escritor puede comprometerse como político.
¿Hasta dónde?
La literatura exige un compromiso con la realidad menos condescendiente que el compromiso político. El escritor ve la realidad con ojos más abiertos que el político. El escritor ve y no comprende; el político ve y acepta.
¿Le decepcionó la política? En el libro, la política se salva. Está dedicado a la política con mayúsculas, pero es verdad que en la política conviven Dios y Satanás. En ella he encontrado lo peor del alma humana, la maldad, pero sin ella no habría educación pública, sanidad, pensiones, Justicia. Aunque la política es salvaje, es necesaria.
Si no hubiera estado en Bruselas, alejado de Génova, ¿habría escrito el mismo libro?
No. He podido escribir esta novela porque he visto la política española desde lejos. He tenido que irme para ver con claridad. La política de El escaño de Satanás es la de un país al que amo con locura, visto desde lejos.
Escribió esta novela antes de la llegada de Feijóo. ¿Se arrepiente ahora de haberlo hecho? Si me arrepintiera, no la publicaría. Dudé sobre si era el momento oportuno, y opté por hacerlo. Me parece honesto que mis votantes y mis compañeros sepan lo que pienso. Si no hubiera publicado mi novela, no sería yo: más escritor que político, aunque parezca más político que escritor.
¿Puede traerle problemas? En absoluto. Estamos poco acostumbrados a políticos creativos, porque los políticos han empequeñecido, como los tuits, pero la historia de España está llena de políticos escritores, pintores, creadores. Tenemos hasta un político Nobel de Literatura
El protagonista, del PP, rechaza pactar con Escarmiento, alter ego de Vox. ¿Le representa? Tuve que decidir si llamar a los partidos por su nombre real o no. Si fuera norteamericano, hablaría de republicanos y demócratas; si fuera británico, de conservadores y laboristas, y decidí que hablaría del PP y del PSOE, pero no he hecho lo mismo con Vox ni con Podemos. Esa fuerza loca a la que llamo Escarmiento no es Vox. La novela es una caricatura, un esperpento de la España real, pero que no tiene traslación.
Dibuja una situación política nada deseable, ¿Puede darse en la realidad?
En el libro hay dos tipos de monstruos: los de las tumbas que hay debajo del Congreso y los que proceden de los extremos políticos. Quiero pensar que en España es más probable que resucite un vampiro en el Congreso a que haya un gobierno de extrema derecha o de extrema izquierda.
Su negociación para renovar el CGPJ, ¿se parece en algo a las que salen en el libro?
No. En el libro, las negociaciones aparecen como un reparto de cromos. Hay una en la que el punto de vista del autor se sitúa debajo de la mesa, se fija en cómo mueven los pies los negociadores. Lo que el ministro Bolaños y yo intentamos hacer tuvo una altura de miras que no hay en la novela. Es una pena que al final intentaran engañarnos.
De su anterior novela, Ellas ,la gente se quedó con alguna escena de sexo. Ahora repite. ¿Entiende las críticas?
No. En mi anterior novela, de 500 páginas, había página y media en la que los protagonistas practicaban sexo. En esta, de 500 páginas, puede que haya tres en las que los protagonistas tienen algún contacto sexual. Pretender que los políticos vivan en un mundo de personas sin sexo es creer que son cursis o idiotas. La sociedad es lo suficiente madura como para no escandalizarse.
¿Lo exigía el guion?
Cuando dos personas se quieren, salvo en una película española de los 50, lo normal es que se metan juntos en la cama.
Le presenta el libro Rajoy. ¿Por qué no Feijóo?
Feijóo es mi amigo. He buscado un escritor que además esté en política. De los políticos que escriben en España, Rajoy es Ken Follett. Nadie más ha vendido 100.000 ejemplares, él sí. ●
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