Del alivio a la euforia
Argentina, inmersa en su crisis perenne, se fue a dormir aliviada con el triunfo ante México y se levantó ilusionada, pensando en “un nuevo Mundial” de la mano de Messi
Con una inflación galopante, los precios incrementados en un 77% en lo que va de 2022, el paro por encima del 8,5%, y los 32ºc en plena primavera austral, Argentina se tomo un respiro con el fútbol, de la mano de Leo Messi. Una vez más, el rescatador de un pueblo, como antes lo era de la comunidad culé. El triunfo del sábado ante México (2-0) fue un bálsamo para un país asfixiado, al borde de la revuelta social. Como atinaba a titular el diario Olé en su tapa del domingo, la victoria supuso “un colosal desahogo e ilusiones renovadas en Qatar”. No solo para la selección albiceleste; también para los 45 millones de argentinos.
Pocas selecciones y aficiones son tan ciclotímicas como la argentina, capaz de oscilar su estado de ánimo de una oscura depresión y el pesimismo ancestral a la euforia desbordada. “Vamos, Argentina. Ahora nos volvimo’ a ilusionar”, titulaba su crónica Olé.
Tiene mucho la hinchada albiceleste de patiment culer, del cangueli , la anaconda o el mal de panza, qué más da cómo se llame: el acojone general, la amenaza del precipicio, se pasa de golpe cuando aparece el Messías salvador, el D10S redentor, que se hizo perdonar todos sus pecados –ya tocaba– con la Copa América 2021 conquistada ante Brasil en Maracaná. El crack que cambió Barcelona por París renovó su crédito con el gol que desencadenó el triunfo a la hora de juego ante México; el octavo gol de Leo en un Mundial, igualando a su eterno espejo Diego Armando Maradona.
Traspasado el Pelusa, ahora, a Messi, ya se le perdona más todo. Como sucedía en el Camp Nou, condescendiente con aquellos paseos y largas ausencias del capitán, porque sabía que en cualquier instante una genialidad suya alumbraría el camino en la mediocri
Messi ahora aglutina la fe de la afición y apiña al equipo con el mismo ascendiente que tenía Maradona
dad del equipo. Los argentinos se han ido aculerando con el tiempo, de exigirle ser como Maradona, a darle un voto de confianza inagotable. “El partido de Messi: de su poca participación al golazo que lo encendió”, analizaba su actuación Clarín, sin omitir que el 10 realizó “un partido sin destellos en el debut con traspié”.
El día después de su primera final en el segundo partido, de dormir con la placidez de un bebé bien comido, Argentina se levantaba con optimismo renovado, en la cresta de la gráfica emocional. “Empieza otro Mundial después del desahogo, como dijo Leo Messi (...) Ahora, el sueño continúa. Y con otra fortaleza anímica y mental”, escribía Hernán Claus en Olé, animándose incluso con “la chance de poder meterse en octavos como líder del Grupo C”. Para ello, Argentina debería vencer a la Polonia de Lewandowski.
En Qatar, en las instalaciones deportivas de la universidad nacional, en el centro de Doha, aparecían ayer en las sombras, refugiándose de los 30ºc, Messi y su inseparable Rodrigo de Paul. Ambos acudieron a ver el entrenamiento de los reservas, un gesto interpretado en la prensa argentina como un detalle de unión y solidaridad, porque podían quedarse en el hotel holgazaneando. El capitán es el primero en arrimar el hombro, haciendo honor al himno que se cantó en el vestuario del estadio de Lusail, a voz en grito, y con Scaloni agitando los brazos:
“En Argentina nací, tierra de Diego y Lionel, de los pibes de Malvinas que jamás olvidaré/ No te lo puedo explicar, porque no vas a entender, las finales que perdimos cuantos años las lloré / Pero eso se terminó, porque en el Maracaná la final con los brazucas la volvió a ganar papá. / Muchachos ahora nos volvimos a ilusionar, quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial./ Y al Diego, en el cielo lo podemos ver, con don Diego y con la Tota, alentándolo a Lionel”. Alentándolo a Messi, la cantinela del Mundial.●