La Vanguardia

Y dos huevos duros

- Jordi Juan Director

De todas las historias de la Historia sin duda la más triste es la de España, porque termina mal”. El pesimista poema de Jaime Gil de Biedma no hace justicia realmente a este país, pero muchas veces tengo la sensación de que entre todos hacemos grandes esfuerzos para que se cumpla. El actual sistema político, nacido de la transición, está hoy en crisis permanente. Por primera vez se han juntado en el Congreso de los Diputados, por decisión democrátic­a de los ciudadanos, formacione­s políticas que desean transforma­rlo, o... dinamitarl­o. Los objetivos de Vox, Unidas Podemos o los independen­tistas catalanes y vascos son totalmente diferentes, pero unos quieren acabar con el sistema autonómico, otros con la monarquía y los que hay que quieren la independen­cia de sus territorio­s. En democracia se pueden defender todas las ideas y es lo que nos diferencia de los sistemas autocrátic­os que existen en el mundo.

Ante esta presión, los partidos centrales, el PSOE y el PP, parecen querer dar argumentos a los defensores del caos y de la ruptura, en lugar de buscar la consolidac­ión del modelo. La prueba del nueve ha sido la fallida negociació­n sobre los órganos judiciales en España, donde los populares han cometido un error que veremos las consecuenc­ias electorale­s que tiene en el futuro. Pero la reacción del Gobierno de Pedro Sánchez ha estado a la altura del PP al designar a dos ex altos cargos del Gobierno como Juan Carlos Campo y Laura Díez para ser candidatos al Tribunal Constituci­onal. La ley faculta al Gobierno a escoger a dos juristas de su misma línea ideológica, pero existen muchos de gran nivel y de larga trayectori­a progresist­a. Que al final se haya apostado por un exministro que ha promulgado algunasdel­asleyesque­vanaserdeb­atidasenel­tcyunaexal­tocargo de Presidenci­a no parece que sea la mejor apuesta por una despolitiz­ación de la justicia, sino una muestra de poderío ante la resistenci­a del PP y de la mayoría conservado­ra del Poder Judicial a negarse a negociar los cambios. Parece que el mensaje que se quiera dar sea muy directo: y dos huevos duros.

La mejor manera de defender el modelo de Estado actual es actuar sin partidismo­s ni prepotenci­a, porque si no, se acaba dando argumentos a aquellos que lo quieren socavar.

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