La Vanguardia

Objetivo, colonizar lo público

- Josep Martí Blanch @Josepmartb­lanc

Colonizar la administra­ción y el sector parapúblic­o con mujeres y hombres cuyo principal valor sea la lealtad al proyecto político que les promociona. Ese es uno de los objetivos de los partidos en nuestra cultura. Todos quieren primero alcanzar y después mantener su hegemonía. Y para ello es necesario un ejército de fieles. Por eso resultan tan fáciles de sacrificar la capacidad, la experienci­a y los conocimien­tos a la hora de promover nombramien­tos públicos para cargos de responsabi­lidad. Lo que cuenta es afianzar la convicción entre los nombrados de que su promoción no se la deben a ellos mismos, por su trayectori­a y por destacar probadamen­te en su ámbito de especialid­ad profesiona­l, sino por pertenecer o haberse arrimado a las siglas que más adecuadas resultan para medrar. Saber de quién y de qué se es deudor.

La marcha de Junts del Govern ha dado la oportunida­d a ERC de colonizar las áreas de la administra­ción pública y del sector público empresaria­l que estaban en manos del partido fundado por Carles Puigdemont. Nada nuevo, insistimos. Cambian los actores, no la obra. Con revisar el DOGC es suficiente para tomar conciencia de ello. Igual que sobra con echar un vistazo al BOE cuando se produce un cambio en el Gobierno del Estado para cerciorars­e exactament­e de lo mismo.

El nombramien­to de Lluís Salvadó como presidente del Port de Barcelona ejemplific­a esta voluntad colonizado­ra de

los partidos. Al hasta ahora vicesecret­ario de organizaci­ón interna de ERC no se le conoce ninguna vinculació­n con el ámbito de las infraestru­cturas –ni portuarias ni de cualquier otra índole–, pero eso no ha sido óbice para que Pere Aragonès considere su perfil como el más apropiado para presidir el Port de Barcelona, uno de los principale­s motores económicos de Catalunya. Salvadó, un político con sobrada experienci­a, puede manejarse con acierto y solvencia en los discursos; incluso aprender rápido sobre puertos y tráfico marítimo. Pero para ser honestos, coincidire­mos en que a algunos sitios es convenient­e llegar con los deberes hechos. A fin de cuentas, la administra­ción y la gobernanza de lo público es un trabajo remunerado y no una beca para ir aprendiend­o sobre la marcha.

Es solo un ejemplo sectorial. Ni atribuible en exclusiva al presente –los gobiernos precedente­s han hecho lo mismo– y por supuesto no señala a Catalunya como una excepción. Un recorrido por las presidenci­as ejecutivas de las empresas públicas españolas y sus consejos de administra­ción hoy prueban lo generaliza­do de esta práctica. Pero que se haya hecho siempre y que lo hagan todos sin excepción no convierte el hecho en algo que merezca celebrarse y tampoco naturaliza­rse.

La colonizaci­ón afecta también al funcionari­ado a partir de ciertos niveles. En su obra Organizand­o el Leviatán (Deusto, 2018), Víctor Lapuente y Carl Dahlstrom, apuntaban la necesidad de diferencia­r claramente entre carreras políticas y funcionari­ales para propiciar un sano e independie­nte equilibrio entre ambos colectivos. Las administra­ciones españolas no propician este modo de hacer. Más bien al contrario. A partir ya de ciertos niveles es sabido que resulta más fácil hacer carrera administra­tiva poniéndose al servicio de una formación política que fiándolo todo

La marcha de Junts ha dado la oportunida­d a ERC de colonizar áreas de la administra­ción

únicamente a los méritos profesiona­les. También los cambios en posiciones técnicas de alta administra­ción en el conglomera­do de la Generalita­t desde que ERC gobierna en solitario obedecen a esta manera de hacer. Hay que colonizar el espacio exterior, pero también el interior. Se ha hecho siempre y hay que seguir haciéndolo.

Quedan los casos de colonizaci­ón extrema y más exhibicion­ista. Es el caso de la justicia. La propuesta de Pedro Sánchez de proponer como miembros del Tribunal Constituci­onal a un exministro, Juan Carlos Campo, y a una exdirector­a general del ministerio de la presidenci­a, Laura Díez, es más de lo mismo. Claro que siempre puede argumentar­se que los colonos que se proponen hoy van a enfrentars­e con otros colonos que ya perdieron sus derechos de propiedad de la tierra y que aun así siguen ocupándola. Es cierto. No nos extrañemos pues. A fin de cuentas los partidos están para gobernar, o lo que es lo mismo, para colonizar.

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Xavier Cervera Lluís Salvadó
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