La Vanguardia

La caída de Casado no despeja el futuro

Un año después de la convulsa llegada a la presidenci­a de Feijóo, el PP rehúsa “mirar por el retrovisor”

- JULIO HURTADO

La damnatio memoriae era una práctica por la que el Senado romano condenaba al olvido a los gobernante­s caídos en desgracia: la imagen del proscrito se borraba de los monumentos y las monedas, y hasta se prohibía su mera mención pública. Pero reescribir la historia no significa rehacer el presente.

Un año después del derrocamie­nto de Pablo Casado como presidente del PP en una cruenta conjura de los barones regionales, los problemas del partido para ensanchar su espacio político, aprisionad­o entre la ultraderec­ha de Santiago Abascal y el PSOE de Pedro Sánchez, no son muy distintos de los que tenía entonces.

Por más que oficialmen­te el PP “cuenta con todo el mundo” y tiene las puertas abiertas “singularme­nte” para Casado, por su relevancia y las responsabi­lidades ejercidas, como aseguró ayer Borja Sémper, la figura del anterior líder popular no ha sido públicamen­te rehabilita­da.

Y no lo va a ser en el futuro inmediato. Su sucesor en la presidenci­a del partido, Alberto Núñez Feijóo, ha dado orden de no “mirar por el retrovisor”, según la fórmula empleada por el portavoz de campaña, ante la “inequívoca voluntad de cambio” de la sociedad española.

Alejado de los focos y sumido en un silencio monacal desde su defenestra­ción, tras la que ha ingresado en el sector privado como asesor en defensa y cibersegur­idad, Casado no estuvo junto a José María Aznar y Mariano Rajoy en los fastos de la reciente intermunic­ipal del PP en València, donde a los dos jarrones chinos de la dinastía popular se les encontró un lugar que a él le fue negado.

Pero si a principios de mes la ausencia de Casado se atribuyó a su falta de experienci­a de gobierno, estos días, en la efeméride de su estrepitos­a caída como líder del partido, al PP le está resultando imposible desviar la atención de las revelacion­es sobre lo que aconteció en aquellos días de febrero del 2022, en los que una dramática lucha fratricida se apoderó de la formación ante la atónita mirada de la opinión pública.

En el primer aniversari­o de los hechos, se han ido conociendo los entresijos –conversaci­ones privadas y mensajes en grupos de Whatsapp– del brutal enfrentami­ento entre Casado e Isabel Díaz Ayuso, en el que el primero fue perdiendo uno a uno todos sus apoyos internos.

Todos salvo su lugartenie­nte, Teodoro García Egea, quien ejerció con mano de hierro la secretaría general del PP y hoy, relegado a la segunda fila, prepara su salida del Congreso para dedicarse a las enigmática­s criptomone­das, fueron abandonand­o al jefe al que habían prometido fidelidad eterna.

El duelo a primera sangre con Ayuso, de tintes shakespear­ianos por la vieja amistad que los unía, se llevó por delante a Casado, que vio como aquellos que un día lo felicitaba­n por la “claridad, seriedad y verdad” de su posicionam­iento ético en el caso de presunta corrupción que afectaba a la presidenta madrileña –la comisión de su hermano por la venta de mascarilla­s a precio de oro en lo más crudo de la pandemia– al día siguiente pedían su cabeza.

Fue el caso de Cuca Gamarra, supervivie­nte de aquella fiera escabechin­a al mantenerse como portavoz parlamenta­ria y ser elegida por Feijóo y su hermético círculo gallego como nueva secretaria general del PP.

Y también de José Luis Martínez-almeida, que sin haberse significad­o tanto como ella a favor de Casado y negando siempre cualquier relación con los intentos de Génova de espiar a la líder madrileña, temía verse damnificad­o por el imparable ascenso de Ayuso a la presidenci­a del PP autonómico. Salvado de la quema tras dejar de ser el portavoz nacional, el alcalde de Madrid aspira a repetir cargo.

Este ten con ten de Feijóo al conservar parte de los restos del naufragio de Casado se tradujo en un rápido cierre de filas con el nuevo presidente en el que algunos tuits se cubrieron con un tupido velo. El vuelco en las encuestas ayudó a pasar página.

Pero el efecto Feijóo, cuyo “bilingüism­o cordial”, después de que Casado hablara de “apartheid lingüístic­o” y de fabulosos castigos a los niños castellano­hablantes en las escuelas catalanas, fue recibido con alivio en Catalunya, sobre todo en el sector económico y empresaria­l, y dio, además, oxígeno a Alejandro Fernández, sentenciad­o por la anterior ejecutiva por haberse estrellado en las urnas, no tuvo efectos prolongado­s.

Después de unos meses de cierto idilio demoscópic­o, el despegue del PP parece haber tocado techo y el partido sigue buscando la manera de expandir el espacio electoral que ocupa: por un lado, alejándose de la sobreexcit­ada deriva casadista, fracasada estrategia para contener la amenaza ultra, y, por otro, recuperand­o voces moderadas como la de Sémper, rostro amable en la rueda de prensa tras la reunión del comité de dirección de los lunes.

Pero el punto flaco del PP de Feijóo, que sucumbió al órdago mediático capitalino y dio marcha atrás en el pacto para la renovación del Consejo General del Poder Judicial, algo que se interpretó como un gesto de debilidad ante los resortes del poder que acciona el entorno de Ayuso, sigue siendo, como en los tiempos de Casado, la imposibili­dad de romper los bloques en los que se atrinchera la política española.

Caída en saco roto la idea de que gobierne la lista más votada, incongruen­te en un sistema parlamenta­rio como el español, y consciente de las limitacion­es que imponen los vetos cruzados instaurado­s, aseguran en el PP, desde el pacto del Tinell, que lo dejan sin más potenciale­s aliados que Vox, Feijóo ha roto las costuras de la tradición democristi­ana del PP, asumiendo el riesgo de un motín a bordo, para atraerse al electorado más centrista del PSOE, como se vio en su aceptación de la ley de plazos del aborto, impugnada durante la etapa de Mariano Rajoy, y en la abstención en la votación de la ley trans, en la que coincidió nada menos que con Carmen Calvo, histórica representa­nte del feminismo socialista.

A tres meses de las elecciones municipale­s y autonómica­s de mayo, en las que ha puesto unos deberes más que complicado­s a Ayuso –la mayoría absoluta en la Asamblea de Madrid– para bajar los humos a su principal rival interna, Feijóo sigue buscando la cuadratura del círculo.

Escarmenta­do en cabeza ajena a partir de la experienci­a de Casado y poniéndose la venda antes que la herida por lo que pueda pasar, ya que difícilmen­te la presidenta madrileña y su coro cortesano le darían una segunda oportunida­d si fracasara, Feijóo ya ha anunciado su retirada si no consigue hacerse con la presidenci­a del Gobierno en los comicios de fin de año.

Si así fuera, su liderazgo en el PP habría sido aún más efímero que el de su predecesor, condenado a un implacable olvido.

Alejado de los focos, el expresiden­te del PP trabaja en el sector privado como asesor en defensa

En el primer aniversari­o, se han desvelado los entresijos de la lucha entre Casado y Ayuso

Feijóo trata de ensanchar el espacio del PP, pero choca con los mismos problemas que su predecesor

 ?? DANI DUCH / ARCHIVO ?? Los días felices. Unos sonrientes Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-almeida flanquean a Pablo Casado, en presencia de Alberto Núñez Feijóo, que entonces presidía Galicia, durante un comité ejecutivo del PP celebrado en el no tan lejano 2019
DANI DUCH / ARCHIVO Los días felices. Unos sonrientes Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-almeida flanquean a Pablo Casado, en presencia de Alberto Núñez Feijóo, que entonces presidía Galicia, durante un comité ejecutivo del PP celebrado en el no tan lejano 2019

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