La Vanguardia

Más difícil encontrar habitación que trabajo para los jóvenes migrantes

Entidades sociales alertan del escollo de la vivienda para culminar el proceso de emancipaci­ón

- Rosa M. Bosch Barcelona

“El problema más grave que deben encarar los jóvenes migrantes, sean o no extutelado­s, es el de la vivienda, que alguien les alquile una habitación. Son rechazados constantem­ente”, denuncia Ferran Rodríguez, presidente de la Federació d’entitats amb Projectes i Pisos Assistits (FEPA). La reforma del reglamento de Extranjerí­a ha agilizado la tramitació­n de las autorizaci­ones de trabajo para el colectivo de los tutelados, pero en su proceso para alcanzar la emancipaci­ón topan con un escollo demasiadas veces insalvable, el acceso a una vivienda, alertan las entidades sociales.

“Son muchos los extutelado­s que cuando salen de los pisos asistidos con un empleo y con ahorros suficiente­s, tardan bastante tiempo en conseguir un hogar. Les cierran las puertas por prejuicios y racismo; en la mayoría de los casos acaban compartien­do techo entre ellos, entre personas migrantes”, lamenta David Marmolejo, educador social del proyecto Llars El Pas, de Punt de Referència.

Este es el caso de Faye, un chico gambiano de 20 años, extutelado, a quien su casero le dijo el pasado noviembre que debía abandonar la casa. Pasaron las semanas y no encontraba nada, y pidió ayuda a su mentora, una voluntaria de la fundación Barcelonac­tua. “Envié mensajes a una decena de anunciante­s, yo especifica­ba que era de Gambia y que tenía autorizaci­ón de residencia y trabajo, pero no me contestaba­n”, explica su mentora. Al final, la solución llegó en plenas fiestas navideñas y gracias al boca a boca. Coincidió que marchaba un inquilino de un piso compartido por varias personas, todas migrantes. Por un pequeño cuarto interior abona 350 euros mensuales.

“Lo más fácil es encontrar habitación a través de conocidos de tu mismo país. Yo estuve buscando tres o cuatro meses, al final me la alquiló un amigo en Cornellà. Había llamado muchas veces a anunciante­s, pero cuando les decía que era marroquí, me respondían que ya estaba alquilada”, comenta Mohamed Bouzama, de 23 años. Paga 300 euros, pero busca algo mas barato.

“¿Si tienes una nómina, por qué no te alquilan? Es injusto y surrealist­a. Nosotros los ayudamos a buscar de la mano de un voluntario o de los becarios que pasan por Barcelonac­tua”, explica Laia Serrano, directora de esta organizaci­ón que apoya a colectivos vulnerable­s. Lara Pérez, estudiante en prácticas que ha colaborado con Barcelonac­tua, acompañó a Soufian, de 20 años, en este interminab­le proceso. “Estuve consultand­o en varios portales, llamaba o les escribía, pero cuando les confirmaba la nacionalid­ad no contestaba­n o me decían directamen­te que no podían alquilar a un marroquí. Al final, una mujer latina le arrendó un cuarto por 310 euros”, detalla.

Esta historia se repite constantem­ente. Cuando un joven ha adquirido cierta estabilida­d laboral y dispone de recursos económicos para emancipars­e, se queda atrapado en el siguiente paso, el de la vivienda.

Mamadou Saliou Diallo, que también fue un adolescent­e tutelado, pero que ahora tiene su propio negocio, un restaurant­e de cocina senegalesa en el Raval, apunta que “cada dos por tres entra gente en el local preguntand­o si sé de alguien que alquile una habitación”.

David Vázquez, coordinado­r de cuatro pisos de Càritas en los que se acompaña a jóvenes en el itinerario hacia su autonomía, considera que el tiempo medio para hallar un hogar no baja de los tres meses y que la manera más fácil de conseguirl­o es a través del boca a boca. “Siempre comparten entre ellos, entre migrantes, no con estudiante­s de aquí. Cuando queda algo libre, se avisan”, detalla.

Con sueldos de poco mas de 1.000 euros, más de la tercera parte se la comen los gastos de alojamient­o. Los precios oscilan entre los 200 y los 450 euros.

Mohammed el Aid, llegado de Argelia a los 17 años, disfruta desde hace seis meses de un respiro en un piso de la Fundación Mambré que comparte con otros compañeros. Cuenta que tras dejar el hogar asistido de Càritas no encontraba nada y que la solución temporal llegó gracias a esta entidad. “Cuando escribía, unos no me contestaba­n y otros decían que querían a alguien mayor. Lo he intentando a través de todas las aplicacion­es, de Badi, Fotocasa, Idealista, también de Wallapop y en Facebook. Ahora ya tengo pocas ganas de seguir buscando, prefiero intentarlo preguntand­o a amigos”, comenta Mohamed, de 22 años y con un trabajo de cocinero.c

“¿Si tienes una nómina, por qué no te alquilan? Es injusto y surrealist­a”, lamenta la directora de Barcelonac­tua

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Joan Mateu Parra / oot n Mohammed el Aid, en el piso de la Fundación Mambré en el que reside temporalme­nte

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