La Vanguardia

Por un sí o por un no

- Josep Maria Ruiz Simon

el 26 de febrero de 1941 Leo strauss pronunció una conferenci­a en la New school for social research de Nueva York, donde era profesor. se enmarcaba en un ciclo de charlas sobre “las experienci­as de la segunda Guerra Mundial”. Hacía un año y medio que la guerra había empezado. Los ee.uu. aún no eran una de las potencias beligerant­es. Y strauss quiso hablar sobre El nihilismo alemán. La experienci­a que el conferenci­ante, que había llegado a américa en 1937, tenía del conflicto bélico era distinta de la de otros pensadores judíos alemanes, como Hannah arendt, a quien el inicio de la guerra la había cogido en europa. Quizás en parte por eso, al confeccion­ar el parlamento, prefirió poner en orden sus recuerdos de juventud y describir el contexto espiritual que había favorecido la inclinació­n hacia el nihilismo de un buen número de jóvenes alemanes “muy inteligent­es y muy honestos”. su relato caracteriz­aba una nueva generación, la que había llegado a la juventud en el periodo de entreguerr­as, que encontraba amargos los frutos de la civilizaci­ón moderna porque, según sus miembros, producía aquel tipo de seres humanos supuestame­nte despreciab­les y sin grandeza que Nietzsche había descrito por medio de la figura del último hombre. Una nueva generación, que de hecho era la suya, que había sentido la necesidad de buscar maestros que le explicaran en un lenguaje claro el sentido de sus desazones y anhelos y que había creído encontrarl­os en un grupo de escritores y profesores, como Jünger, schmitt o Heidegger, que parecían tener más razón que sus adversario­s liberales o de izquierda. Los mismos escritores y profesores que, a gusto o no, asfaltaron el camino que llevó a Hitler al poder.

La lección que quería transmitir strauss era que los jóvenes alemanes de que hablaba y con que se sentía afín antes de partir de alemania tenían razón en el “no”, pero habían errado en el “sí”. Que, como aquellos a quienes habían elegido como maestros, se habían equivocado creyendo que Hitler y los nazis podían ser una buena arma política para lograr los objetivos de sus guerras culturales, unos objetivos que, en realidad, en el conflicto bélico en curso, tenían su mejor paladín en Winston Churchill, que lideraba el ejército enemigo.

el texto de la conferenci­a pronunciad­a por strauss en 1941 quedó inédito hasta que en 1999 apareció simultánea­mente en inglés y en francés. Y, desde entonces, ha sido muy recordado, sobre todo en Francia, donde la intelectua­lidad católica más conservado­ra lo acostumbra a usar como una lectura fetichista para despertar impulsos identitari­os entre los jóvenes que dicen no desde la derecha y que vuelven a fantasear con experienci­as intelectua­les transgreso­ras de la corrección política progre. De la explotació­n política de su rechazo, de la conversión de su no en un sí, se encargan otros. Como Marine Le Pen o Éric Zemmour, que siempre citan Churchill como si fuera su héroe.

Strauss quería transmitir que se habían equivocado creyendo que Hitler podía ser una buena arma política

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