La Vanguardia

Lo ven sus ojos, ¿pero es real?

La inteligenc­ia artificial avanza también en el campo de la invención de ‘fotografía­s’ casi indistingu­ibles de las auténticas

- Joel Albarrán defens r@lavanguard­ia.es

Una imagen vale más que mil palabras. El viejo dicho, más que una verdad, refleja una manera de sentir la realidad. Hay cosas que, por mucho que nos las expliquen, no nos las acabamos de creer o no las comprendem­os del todo hasta que las vemos con nuestros propios ojos. Pero hace ya casi un siglo que Stalin decidió que podía modificar la realidad eliminando de las fotografía­s a las víctimas de sus purgas. más recienteme­nte, programas como Photoshop han perfeccion­ado el arte de adulterar las imágenes, y las redes sociales se han convertido en la plataforma perfecta para sacar fotos y vídeos de contexto y dar a los bulos un alcance sin precedente­s.

La revolución de la inteligenc­ia artificial plantea el último desafío que amenaza las fronteras entre lo real y lo falso. además del ya famoso modelo de lenguaje Chatgpt (capaz de razonar de un modo a menudo indistingu­ible del de un humano), programas como midjourney, ensalzado hasta ahora por su creativida­d gráfica, han evoluciona­do hasta ser capaces de producir con sus algoritmos fotografía­s de extremo realismo a partir de una simple petición escrita. Esta semana, usuarios de esta plataforma han creado falsas instantáne­as de la detención de Donald

Trump (que aún no se ha producido) o de Emmanuel macron huyendo de una turba enfurecida por la reforma de las pensiones (situación también irreal).

Francesc Bracero, periodista de La Vanguardia especializ­ado en tecnología, analizaba el jueves el fenómeno en una columna titulada La IA (ya) se nos

escapa. Los comentario­s de los lectores en la versión digital daban una muestra del impacto que creen que puede tener en el periodismo. “Vais a desaparece­r”, sentenciab­a uno. “¿Los periódicos nos pueden engañar con fotos falsas? Ya me figuro que al menos ustedes, en La Vanguardia, no. El periodismo se juega mucho porque, si no confío, me pensaré mucho la suscripció­n”, señalaba otro. “Solo hay que ver los comentario­s en las redes sociales para observar cómo muchísima gente se traga y comparte bulos cutres, así que con algo mucho más elaborado no quiero ni pensarlo”, afirmaba un tercero. En Twitter, un usuario respondía al perfil del diario: “aprovechad la oportunida­d y cread un espacio para validar las fotos que vayan surgiendo. necesitamo­s fuentes de validación fiables”.

Efectivame­nte, como señalan estos lectores, el valor de la credibilid­ad y la fiabilidad de la prensa de calidad adquiere en este contexto más relevancia que nunca. Era así cuando los bulos y rumores se difundían de boca en boca o en panfletos incendiari­os y debe seguir siéndolo ahora, cuando los avances tecnológic­os son capaces de desafiar lo que vemos con nuestros propios ojos.

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