La Vanguardia

Nápoles aparca la superstici­ón

La ciudad se prepara para festejar, salvo sorpresas, el primer título desde Maradona

- Anna Buj Nápoles. Correspons­al

“Shhhhhhh”.

Mario se lleva el dedo a la boca para pedir silencio.

“Eso no se puede decir todavía. Trae mala suerte”, continúa, antes de enseñar un vídeo guardado en su teléfono móvil de su último nieto bailando al son del himno del Nápoles.

Su hijo, el padre del pequeño, fue concebido exactament­e hace 33 años, durante los festejos por el último scudetto del Nápoles. Cuando todavía lideraba el equipo la zurda de Diego Armando Maradona.

Genny, apoyado en su moto nueva en la céntrica plaza Dante, piensa lo mismo. “No soy superstici­oso en la vida, pero en esto sí – reconoce–. Porque somos un pueblo acostumbra­do a perder y esta vez no nos lo podemos permitir, porque somos los buenos contra los malos, los pequeños contra los grandes. Mejor todavía no hablar”.

Más de tres décadas después, Nápoles contiene el aliento. El equipo azzurro está a punto de ganar el tercer scudetto de su histocontr­a ria –los dos primeros, en 1987 y en 1990, con el astro argentino–, que sería también el cuarto para un equipo del sur de Italia junto con el del Cagliari en el lejano 1970. El resto de los 118 títulos absolutos de campeón de la Serie A italiana los ha ganado un club del norte del país.

Esta temporada el relato es completame­nte diferente. Salvo una sorpresa mayúscula, el Nápoles

se impondrá en un campeonato en que el Juventus ha perdido 15 puntos por la trama para cuadrar balances alterando los ingresos por traspasos del club. Los partenopeo­s son líderes con 19 puntos de ventaja sobre el segundo clasificad­o, el Inter de Milán.

Ahora la gran pregunta ya no es si ganarán el scudetto, sino cuándo. Aritmética­mente, podría ganarla ya el 29 de abril en el derbi

Hay quien todavía no se atreve a pronunciar la palabra, para no gafarla, pero la ciudad ya está teñida de azul

la Salernitan­a en el estadio Diego Armando Maradona, rebautizad­o tras su muerte en el 2020. Curiosamen­te, es la misma fecha en que el Nápoles ganó al Lazio en el viejo San Paolo en 1990, en su segundo y último título nacional.

“Yo soy muy católico y creo en el más allá. Creo que él nos está guiando desde allá arriba, como guió a Messi para ganar el Mun

dial”, cuenta Marco Concetta, de 80 años, que sigue vendiendo souvenirs del equipo en los callejones del barrio de la Pignasecca. Entre ellos, banderas con los tres títulos del Nápoles, contando con el que están a punto de ganar.

La superstici­ón de los napolitano­s es legendaria. Todavía hay quien se niega a pronunciar la palabra scudetto, para no gafarla. Pero poco a poco, Nápoles está aparcando sus creencias. Las calles de Forcella están completame­nte teñidas de azul. En los Quartieri Spagnoli, donde todavía hoy hay un mural dedicado a Maradona, un bar ha colocado figuras de cartón de tamaño natural de la plantilla mientras suena a todo trapo La mano de Dios y unos estudiante­s bailan cerveza en mano.

En los altares urbanos se comienzan a colar las caras del delantero nigeriano Victor Osimhen y del georgiano Khvicha Kvaratskhe­lia (aunque aquí, ante la dificultad de pronunciar su nombre, prefieren compararlo con Diego y llamarlo Kvaradona), los nuevos héroes de la ciudad campana. En la fachada de un edificio han colgado cromos de los jugadores, como si fuera una colada. Se venden telas para engalanar las casas a 6,5 euros los diez metros. También bocinas, camisetas de campeones, y pancartas con dos palabras: “Grazie, ragazzi”.

Cuando el Nápoles conquistó su primer título de liga, el cementerio de Poggioreal­e amaneció con un cartel que no se dirigía a los vivos, sino a los muertos: “No sabéis lo que os habéis perdido”. Entonces se desató un delirio sin precedente­s en la historia del calcio del país. “Será poco comparado con lo que haremos ahora. Ya nos estamos preparando. No habrá escuelas ni se irá a trabajar. Explotará el Vesubio”, pronostica Gennaro Montuori, que en los ochenta era líder de la facción de los ultras del Nápoles. Su hijo, nacido después del último scudetto, se llama Diego, como muchos niños nacidos en Nápoles en los noventa. Ahora puede que se llamen Victor, o Aurelio, por De Laurentiis (ADL), el presidente del club de quien incluso se venden figuritas.

Famoso productor de cine romano, en el 2004, compró un club desapareci­do por sus deudas, puso 120 millones de euros encima de la mesa y en tres años lo devolvió a la Serie A. Hoy, con una temporada para enmarcar, el Nápoles sigue vivo en Champions y está entre los ocho mejores de Europa, pero muchos aquí incluso prefieren volver a ganar el scudetto a hacerse con la orejuda. El alcalde de Nápoles, Gaetano Manfredi, ya ha pedido a los aficionado­s que no pintarraje­en los monumentos, aunque no ha tenido más remedio que reconocer que el título será una gran “catarsis” para la ciudad.

“Estamos listos para una fiesta como la que hicieron los argentinos cuando ganaron el Mundial. Nápoles se teñirá de azul y será estupendo, aunque espero que no

En los altares urbanos ya empiezan a aparecer las caras de Osimhen y ‘Kvaradona’

“Estamos listos para una fiesta como la que hicieron los argentinos cuando ganaron el Mundial”

sean más de tres días, porque si no, comercialm­ente puede ser un desastre”, sonríe Rosario, camarero del mítico bar Nilo, de la calle San Biagio Dei Librai, donde todavía hoy exponen en un altar un mechón de pelo de Maradona, robado de un reposacabe­zas de un avión de vuelta de un partido.

“Por desgracia hemos perdido a nuestro padre, a Maradona, y debemos ganar este título por él, para no olvidar su nombre, y después por este equipo, que es bellísimo. Y por la gente, porque es una victoria social del sur contra el norte, para mandar un mensaje a todos aquellos que nos hacen sentir menos por ser meridional­es”, sostiene Giuseppe Paoletto desde las calles de los Quartieri Spagnoli.

Aquí dicen que en Apulia, Sicilia o Calabria esta temporada también animan al Nápoles. Un vecino suyo ya ha encargado 33 pasteles con la N del Nápoles para celebrar la ocasión, uno por cada año sin el título. “Cien por cien. Lo celebrarem­os mejor que en los ochenta”.c

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CIRO FUSCO / EFE
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CIRO FUSCO / EFE
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ANNA BUJ

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