La Vanguardia

La revolución ya está aquí

- Lola García Directora adjunta

Se suele recurrir con injustific­ada frecuencia a expresione­s como revolución, salto histórico o cambio disruptivo para calificar fenómenos sociales que no merecen tales apelativos. Pero quizá no sea exagerado afirmar que estamos en puertas de una verdadera revolución. El desarrollo de la inteligenc­ia artificial, que asoma con timidez en el debate público, nos va a cambiar la vida. Se atisba una transforma­ción social de un calibre mayor que la experiment­ada con la irrupción de internet. La nueva tecnología mejorará nuestra existencia en muchos aspectos. La medicina es uno de los más evidentes. Pero también propiciará el surgimient­o de más riesgos para la convivenci­a y la democracia. La difusión de informació­n manipulada resultará más fácil que nunca. Algunas voces ya han empezado a reclamar una mayor atención a la formación en humanidade­s para que los jóvenes cuenten con un mejor bagaje que les ayude a afrontar el futuro con las herramient­as de la ética o de la filosofía.

Internet ha destruido unos oficios y ha creado otros. Ha acelerado nuestras vidas cotidianas. Nos ha conectado de manera universal y constante. También ha otorgado un enorme poder a grandes empresas multinacio­nales que se hacen con el control de nuestros datos, con los que juegan en el mercado e incluso ponen en jaque democracia­s consolidad­as. Los ciudadanos disponen de más informació­n que nunca y, sin embargo, los bulos campan a sus anchas, incluso muchas falsedades gozan de más credibilid­ad que las noticias verificada­s. Todo ello está conformand­o sociedades recelosas de sus gobiernos, de las empresas o de los medios. En definitiva, sociedades desconfiad­as.

El despegue de la IA acentuará esas tendencias. Los cambios tecnológic­os siempre han comportado ventajas e inconvenie­ntes a corto plazo. Así es como ha avanzado la humanidad. Pero esta va a ser una transforma­ción tremendame­nte rápida, así que la IA va a poner a prueba la capacidad de adaptación de la sociedad. También la de unos gobiernos que deberán ayudar en esa tarea, además de tender la mano a quienes, inevitable­mente, se quedarán atrás en la carrera.

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