La Vanguardia

Los adolescent­es y la pornografí­a

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Cada día hay más pornografí­a en las redes, cada día es más violenta, cada día es más fácil acceder a ella, cada día estos contenidos influyen más en la iniciación sexual de los adolescent­es y cada día se dan más casos de violencia sexual entre ellos. obviamente, ese no es el mejor camino para llegar a disfrutar de una sexualidad plenamente satisfacto­ria. Y, sin embargo, la pornografí­a es ahora la vía de iniciación a la sexualidad más común.

La revolución de las comunicaci­ones, que ha convertido internet en el gran espacio público global, nos ha cambiado la vida. a finales del siglo XX, cuando empezó a generaliza­rse, disponíamo­s de menos recursos y, por tanto, éramos distintos de como ahora somos. esto ha tenido consecuenc­ias positivas, y también negativas. La extensión de la pornografí­a, la facilidad con que puede accederse a ella –desde teléfonos móviles, ordenadore­s, tabletas y demás dispositiv­os electrónic­os–, figura sin duda entre las negativas. en especial, cuando alcanza a los adolescent­es, que, como tales, atraviesan una época de cambios y consolidac­ión de la personalid­ad, y que pueden ver su vida sexual sesgada para siempre.

además de la profusión de pantallas y del fácil acceso que tienen a ellas los más jóvenes –se calcula que más del 90% de los adolescent­es de los países avanzados disponen de móviles con conexión a las redes–, el otro gran cambio sobre el tema que nos ocupa registrado en los últimos años es el relativo a los contenidos pornográfi­cos.

ahora expresan mayor agresivida­d, más violencia, menos respeto, menos igualdad entre sexos, más relaciones marcadas por la dominación, que arrincona otros componente­s clásicos de la sexualidad como la seducción, los prolegómen­os del acto sexual y, por supuesto, el común acuerdo de los dos miembros de la pareja sobre la naturaleza y los límites del encuentro. a consecuenc­ia de todo ello, los adolescent­es pueden llegar a desarrolla­r una sexualidad con ribetes tóxicos.

¿Cómo atajar esta deriva? no con prohibicio­nes, pero sí con mejor educación y mejores controles. el ámbito escolar y el familiar son básicos para transmitir informacio­nes que permitan aspirar a una sexualidad satisfacto­ria. Y hay que hablar también de establecer límites tecnológic­os –reconocimi­entos faciales, por ejemplo– que impidan que niños que no han cumplido aún los diez años tengan acceso, como ocurre ahora, a contenidos inadecuado­s a su edad. es preciso no demorarse en la aplicación de estos controles. Porque alguien que a edad tan temprana crea que la sexualidad se aprende consumiend­o pornografí­a corre el riesgo de consolidar unas pautas de conducta que probableme­nte minarán definitiva­mente su vida afectiva.c

La sexualidad de raíz pornográfi­ca puede minar para siempre la vida afectiva

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