La Vanguardia

Los churros desapareci­dos

- Jordi Basté

el suplemento Culturas de La Vanguardia me alegró el sábado. Las fotografía­s de Madueño avisaban de que algo sucedía. en una, Quim Monzó y sergi Pàmies paseaban dándose la mano por el barrio de sant antoni; en la portada del periódico posaban los dos con sus caracterís­ticas miradas al lado de un grafiti de Mickey y Minnie.

siendo postadoles­cente conocí a Monzó y era el encargado de pulsar el botón de la fiesta. a Monzó le gustaba la noche (me descubrió el Bikini del minigolf y el zig zag de la calle Pàdua) y, aunque no coincidí jamás de noche con Pàmies, él debía de ser el encargado de analizarla.

años más tarde los escuchaba juntos en un delirante festival semanal en L’aparador de Catalunya ràdio, donde era tan importante su conversaci­ón como las carcajadas de neus Bonet. nunca una improvisac­ión ha estado tan bien guionizada.

una de las mejores virtudes de Pàmies es la capacidad de tener (casi) siempre razón, y la de Monzó, saber mezclar la ironía con la verdad. Como pasa con tanta gente, antes de hablar hay que aprender a escucharlo­s.

aunque el verdadero disfrute de Pàmies y Monzó es leerlos, porque su arte está en los textos, no como simple entretenim­iento, sí como acto de formación. no siempre quien vende más es el más asilvestra­do del mercado. si Monzó y Pàmies son dos de los literatos más leídos no es porque los lectores hayan estudiado en la universida­d de stanford sino por la mezcla de surrealism­o, crítica y deliciosa escritura que ha generado una literatura transgener­acional. Y sobre todo una capacidad observador­a con una mirada desprejuic­iada, alejada de la suciedad del día a día y del hartazgo de la vida virtual.

La sorpresa del sábado no estaba solo en las fotografía­s, el texto nos aportaba el gran invento: una conversaci­ón entre ambos con Julià Guillamon como indiscutib­le biógrafo provocador. Si la memòria no ens falla (Libros de Vanguardia) es el clásico que nos llega. unidos los dos como otra de las fotos: comiéndose un churro como si fuera el espagueti de Golfo y reina en La dama y el vagabundo.

Y el texto que los define: “Los dos deben cuidar su salud..., y no saben qué hacer con los churros”. Porque Monzó y Pàmies, si no fueran los protagonis­tas del texto de Guillamon, se estarían preguntand­o: “¿...y dónde fueron a parar los churros?”.c

El verdadero disfrute de Pàmies y Monzó es leerlos, porque su arte está en los textos

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