La Vanguardia

Josep Dencàs no envenenó al exconselle­r de Governació­selves

Familia y amigos del brillante político sospecharo­n siempre del líder de Jerec

- Joan Esculies Barcelona

Josep Dencàs “tenía jurado un odio a muerte” a Joan Selves, según el periodista afín a ERC Lluís Aymamí. Al inicio de 1934 era un secreto a voces que el primero, conseller de Sanitat y Assistènci­a Social y líder de las Juventuts de Esquerra Republican­a-estat Català (Jerec), anhelaba con todas sus fuerzas la cartera de Governació, que ocupaba el segundo en el gobierno de Lluís Companys.

Selves, nacido en Santmateu de Bages, con 35 años había experiment­ado un ascenso fulgurante. Abogado, periodista, defensor de los rabassaire­s, había proclamado la República en Manresa en abril de 1931, entrado en las filas de Esquerra procedente de Acció Catalana y ejercido de primer alcalde republican­o de la ciudad. En dos años había sido diputado en las Cortsconst­ituients y en el Parlament, breve conseller de Economia y Agricultur­a, conseller de Governació, gobernador general de Catalunya y comisario general de orden público, antes de volver a Governació. Hombre de la absoluta confianza de Companys y miembro del núcleo dirigente de ERC, con buen entendimie­nto con el gobierno de Manuel Azaña, gestionó el traspaso del orden público a la Generalita­t en 1933.

Su progresión no parecía tener techo. Su nombre sonaba hasta para ministro de Gobernació­n. En marzo de 1934, sin embargo, la prensa publicó que Selves no se encontraba bien. Pronto dejó de ir a los consejos de Gobierno, se encamó y ante la sorpresa general las semanas pasaron sin que se recuperara. Después de resistirse mucho, el 10 de junio, el presidente Companys nombró a Dencàs para hacerse cargo, de manera interina, de Governació. Hacía dos días que el Tribunal de Garantíasc­onstitucio­nales había emitido el dictamen de anulación de la ley de Contratos de Cultivo aprobada por el Parlament: la chispa que llevaría a los Fets d’octubre.

Selves vivía con su esposa y dos hijas en el Palau del Govern Civil. Cuando el separatist­a entró en su despacho, lo primero que hizo fue colgar un retrato de Francesc Macià. Nunca, según la familia, visitó al compañero de partido a quien sustituía, aunque lo tenía puerta por puerta.

El cargo interino de Dencàs era arriesgado. El otro líder de las Jerec, Miquelbadi­a, hacía meses que estaba en Governació. Excediéndo­se en sus funciones como jefe de servicios, chocaba con altos cargos del departamen­to y sus métodos expeditivo­s con los detenidos y ante la impotencia creciente de Selves habían converti

do el Palau en “un patio de caballos”, según la familia de Selves. El 26 de junio, Selves pudo dejar sus estancias, dar una vuelta por la Rambla e ir a la Generalita­t a presentar la dimisión como conseller para recuperars­e. Companys no la aceptó. Al día siguiente, sufrió un ataque de colitis después de comer y a medianoche sus médicos – entre ellos, Jacint Vilardell, experto en el aparato digestivo, y que ya había asistido Macià cuando se le complicó la apendiciti­s que le causó la muerte– aconsejaro­n trasladarl­o a la clínica Platón. Intervenid­o de urgencia, el conseller salió de quirófano sin opciones. Murió a primera hora de la tarde del 28 de junio de 1934.

Según el Archivo del Registro Civil de Barcelona, Selves murió “de una perforació­n intestinal por perisigmoi­ditis”. Para unos, como el abogado Amadeu Hurtado, “su salud se resintió notablemen­te de las noches sin dormir y de la tensión nerviosa constante” por gobernar el orden público en una Catalunya en agitación constante.

Cuando aquella misma noche Dencàs recibió a la prensa expresó que no había que hacer un pa

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ARXIU MARIA SELVES Joanselves en el lecho de muerte el 28 de junio de 1934

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