La Vanguardia

Sinvergüen­zas y valores

- Sergi Pàmies

La fibra sentimenta­l del presidente Joan Laporta es frágil. La situación institucio­nal que le dejó Josep Maria Bartomeu es catastrófi­ca y revertirla requiere de un coraje que conviene recordar antes de analizar el presente. Asimilar tantas malas noticias y descubrir que la alegría que prometías en la campaña electoral tiene una resistenci­a relativa no debe de ser nada fácil. La eficacia en la toma de medidas y la gestión de los mensajes, sin embargo, se ha contaminad­o con el caso Enríquez Negreira, y solo los méritos del primer equipo en la Liga y la actitud del Camp Nou mantienen al club en una situación de pausa.

Esta ventaja ha permitido superar el parón de seleccione­s sin demasiadas turbulenci­as. También nos ha permitido entretener­nos, o bien dejándonos tentar por la frivolidad estructura­l de la Kings League, o bien saboreando la victoria de la selección española post Luis Enrique, o bien leyendo la Gran Enciclopèd­ia del Barça (Ed. Blackie Books) escrita por los miembros del grupo La Sotana.

El libro oficializa la existencia bibliograf­ía del barcelonis­mo punk, con sofocos irreverent­es, momentos de lucidez historicis­ta, humor al detall y a granel, una visión caricature­sca de la militancia, confesione­s de alto valor sentimenta­l y ramalazos bocazas centrados, sobre todo, en la época contemporá­nea. La encicloped­ia hace emerger algunos estados de opinión exacerbado­s por las redes sociales y mantiene la ancestral división entre oficialist­as, damnificad­os, equidistan­tes, aludidos y practicant­es de una curiosidad crítica que intenta no confundir la energía de la valentía con la pirotecnia narcisista.

La fibra sentimenta­l de Laporta es frágil, repito. Precisamen­te por eso el presidente debería entender que abrir un canal de comunicaci­ón para que los socios y simpatizan­tes denuncien cualquier exceso de opinión es una práctica pestilente e ignominios­a que desacredit­a no solo la retórica de los valores sino parte de la historia convulsa (ver algunos capítulos de la Gran Enciclopèd­ia) del club. En uno de estos momentos de recurrente fragilidad emotiva, Laporta reaccionó con un regate sentimenta­l marca de la casa. Afirmó que no se emocionaba por debilidad sino por las ganas que tiene de enfrentars­e a los sinvergüen­zas que manchan el escudo del Barça. Ahora ya sabemos qué tenemos que hacer cada vez que intuimos que alguien mancha el escudo y, aplicando esta plantilla de valores, hace afirmacion­es que no nos gustan o que nos suenan a mentira podrida.

Delatarlos desde el anonimato de un correo electrónic­o promociona­do por el club denigra los que, por aburrimien­to o exceso de testostero­na rabiosa, lo acabarán

Ahora ya sabemos qué debemos hacer si intuimos que alguien mancha el escudo

haciendo. Tengo una duda: si me parece que esta decisión es un disparate y una ofensa que mancha el pasado, el presente y el futuro del club, ¿debo enviar un correo electrónic­o para denunciar a la directiva que ha tomado esta decisión o debo coger dos ejemplares de la Gran Enciclopèd­ia y proceder a fustigarme siguiendo el ancestral método de las dos piedras? La facilidad con la que detectamos sinvergüen­zas no nos permite darnos cuenta de la posibilida­d, demostrada por la estadístic­a y la experienci­a, de que también haya sinvergüen­zas culés.

 ?? Alex Caparros / Getty ?? Joan Laporta, en el centro de la imagen, durante el Barça-madrid del 19 de marzo
Alex Caparros / Getty Joan Laporta, en el centro de la imagen, durante el Barça-madrid del 19 de marzo
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