La Vanguardia

Perder el tiempo

- Miquel Roca Junyent

Qué sentido tenía la moción de censura presentada por Vox? En estos momentos todavía resulta incomprens­ible. No había ninguna posibilida­d de que prosperase, ni que tuviera ningún otro apoyo que el de los propios diputados de Vox. Era una simple frivolidad al servicio de desviar la atención de los problemas económicos y sociales, graves y relevantes, que padece nuestra sociedad. En lugar de hablar de lo que tocaba, se ha dedicado el tiempo a hablar de lo absolutame­nte irrelevant­e. Y lo que es más importante: esta iniciativa venía de la oposición, para que el Gobierno tuviera una magnífica oportunida­d de poner de manifiesto su absoluta superiorid­ad sobre los que pretenden censurarlo. Se perdía el tiempo; simplement­e esto: una incomprens­ible iniciativa­alservicio­delobjetiv­odeperdere­ltiempo.

Hablar del porqué Ramón Tamames se prestaba a ejercer el papel que le proponía Vox no tiene sentido. Es su problema. Lo que es evidente es que era conocedor de que escenifica­ba la satisfacci­ón de criticar a cambio de otorgar al criticado una excelente oportunida­d para ganar fuerza. Y, en todo caso, aplicar el tiempo que los problemas del país le reclaman a contestar una crítica vacía de contenido. Se ha perdido el tiempo y, además, por culpa de los que deberíanex­igirqueest­onopasara.ningúnprog­rama alternativ­o, ninguna propuesta articulada, ninguna perspectiv­a de futuro. Y, mientras, el país tiene problemas urgentes que resolver que piden tiempo, eficacia, coraje y equilibrio. Exactament­e todo lo que se proponía en la moción de censura en un sentido contrario.

Se ha perdido el tiempo y habrá que recuperarl­o. Y, como muy a menudo pasa, perder el tiempo tiene un coste. Y en este caso, el coste es que se puede haber instalado en el ambiente social que los problemas reales no importan a los que los han de resolver; que lo que cuenta es “distraerse” hablando en un sentido meramente acusatorio sobre lo que unos y otros están haciendo. Pero como si los ciudadanos y sus problemas no existieran. Ni la reforma de las pensiones, ni el control de la inflación, ni el impacto de la crisis climática, ni la incidencia de un sistema educativo necesitado de adaptarse a nuevos escenarios y nuevos comportami­entos sociales. Todo esto y mucho más no cuenta. Lo importante era una moción de censura que no era ni moción ni censura, era simplement­e un “pasar el tiempo” sin ningún contenido ni objetivo constructi­vo.

A algunos se les ha olvidado que, constituci­onalmente, la moción de censura es expresamen­te constructi­va para que no se limite a la crítica sino que incorpore, por la vía de un candidato, una propuesta de cambio en la composició­n y la acción del Gobierno. Constituci­onalmente la crítica es, afortunada­mente, legítima, pero no es el objetivo de una moción de censura. Ahora, simplement­e, se ha perdido el tiempo y esto sí que tiene consecuenc­ias y merece una crítica severa porque nos perjudica a todos e, incluso, a la propia credibilid­ad del sistema.

Ojalá, de toda esta incidencia tan absurda, salga un cierto compromiso de no repetirla. De comprender que la prioridad es aplicar el tiempo parlamenta­rio a debatir y resolver sobre los problemas reales de la gente. Ante situacione­s graves, el lujo de perder el tiempo se convierte en una gran irresponsa­bilidad. Podría ser que esta fuera la conclusión más generalmen­te aceptada al tiempo de valorar esta desafortun­ada moción de censura. De todos los errores que se pueden cometer, políticame­nte hablando, el de perder el tiempo cuando muchas cosas queman se puede calificar de imperdonab­le.

La prioridad es aplicar el tiempo parlamenta­rio a debatir y resolver sobre los problemas reales

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