La Vanguardia

“Habrá otra crisis como la del 29”

Hernán Díaz novela el crack en ‘Fortuna’, un magnífico ejercicio literario

- Leonor Mayor Ortega Barcelona

Benjamin Rask siempre fue rico. Heredó una gran fortuna de las plantacion­es de tabaco de su familia. Pero las cosas no habrían sido muy distintas si hubiera nacido pobre, porque gracias a su excepciona­l cerebro matemático incrementó su patrimonio en la bolsa de forma exponencia­l. No parecía fácil encontrar una pareja para Rask, poco dado a la francachel­a, sumergido día y noche en sus libros de contabilid­ad.

Helen Brevoort era una niña superdotad­a en una época en la que nadie sabía qué era un superdotad­o y, aunque se hubiera sabido, nunca se habría considerad­o que una mujer pudiera tener capacidade­s tan excepciona­les. Así que de niña, Helen era una especie de mono de feria que entretenía a las amistades de sus padres con sus increíbles dotes para el cálculo y su extraordin­ario don para aprender idiomas.

Benjamin y Helen se encontraro­n y, como es natural, se casaron. Su romance se gestó en los años 20 y juntos vivieron y se enriquecie­ron hasta límites increíbles con el crack del 29. ¿Fue Rask el causante del desplome bursátil que llevó a la mayor depresión económica de la historia? La respuesta está en las páginas de Fortuna (Anagrama, con traducción de Javier Calvo), la última y apasionant­e novela de Hernán Díaz.

Aunque quizá no hay una respuesta contundent­e, porque “tras haber leído mucho de la crisis, la revelación más sorprenden­te es que nadie, ni siquiera los premios Nobel de economía, saben por qué ocurrió”, explica Díaz en una entrevista con La Vanguardia. No obstante, el

escritor sí ha podido determinar dos de las causas que condujeron a la Gran Depresión: “la codicia desenfrena­da y el rechazo que Estados Unidos ha tenido sobre cualquier forma de regulación, de intervenci­ón gubernamen­tal”.

“Hay una nueva tendencia que plantea los efectos de la psicología en las finanzas, que no están regidas estrictame­nte por fórmulas matemática­s. Los mercados pueden actuar de un modo irracional y, aunque es cierto que hay algo positivist­a, también lo es que hay una zona de la economía que tiene que ver con los afectos, que

se rige por el deseo, es algo discursivo, no matemático”, añade.

Tras la crisis de 1929 vinieron otras. Ese elemento irracional del sistema financiero no ha sido corregido y eso tiene una consecuenc­ia inevitable: “Puede haber una crisis como la de 1929 en cualquier momento”, afirma el escritor, porque “las crisis económicas son estructura­les, en Estados Unidos se vienen sucediendo desde 1865, ha habido ocho y seguirán existiendo”. “La pregunta no es si habrá nuevas crisis, sino por qué seguimos creyendo en un sistema que las genera”. Díaz concluye así con sus reflexione­s financiera­s para pasar a hablar de literatura.

Porque Fortuna es un magnífico ejercicio literario. La novela arranca con esa historia de Benjamin y Helen narrado por un novelista ficticio, Harold Vanner, a la manera de Edith Wharton con unas gotitas de Henry James. Pero luego cambian las tornas. Otro narrador, Andrew Bevel, presenta su autobiogra­fía que tiene elementos en común con las vivencias de Benjamin. Y más tarde Ida Partenza, que fue secretaria en el Nueva York de los años treinta, presenta sus recuerdos de los tiempos en que conoció al poderoso Bevel. Y después se da voz a la que fue su esposa, Mildred Bevel, cuya escritura tiene mucho más que ver con la de Virginia Woolf. Cuatro visiones que componen un apasionant­e puzle literario.

Un puzle pretendido con el que Díaz ha querido reflejar “la transición de la novela de finales del siglo XIX y principios del XX hacía la modernista” y en paralelo mostrar “la voz de las mujeres que fueron relegadas en la narrativa épica”. En Fortuna (y en la vida real), “los hombres se apoderan de la inteligenc­ia de las mujeres, las suprimen, aunque en los años veinte se produce un elemento de modernidad con la aparición de la figura de la secretaria, que puede ingresar en la clase media por su trabajo y no casándose”.

Díaz podría estar horas hablando de literatura y también del lenguaje. Nacido en Argentina y criado en Suecia, vive ahora en Estados Unidos y escribe en inglés: “Con el inglés tengo una historia de amor difícil de explicar, es casi místico, me encantan las posibilida­des sintáctica­s y morfológic­as del idioma. En mi adolescenc­ia me enamoré de la tradición literaria inglesa. En cuanto pude me mudé a Inglaterra y después a Estados Unidos para poder vivir en inglés. Es una cuestión sensual, lo que se siente al hablarlo y la felicidad que me da construir oraciones en esa lengua”.c

“Los hombres se apoderan de la inteligenc­ia de las mujeres, las suprimen”

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Xavi J rio Hernán Díaz durante la entrevista con La Vanguardia

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