La Vanguardia

Viaje a Pekín, nervios en FAES

- Enric Juliana

Hay un dato económico que ha pasado un tanto desapercib­ido. Por primera vez desde que existen registros sobre el comercio exterior, China aparece como el principal proveedor de España, por delante de Alemania, Francia y Estados Unidos.

El 11% de los bienes que España compra en el resto del mundo provienen de China. Son datos del años pasado que confirman una tendencia iniciada en el 2019. Solo el 2% de los bienes que España vende al resto del mundo van a parar a la República Popular de China, un inmenso mercado formado por 1.412 millones de personas. El pico de exportacio­nes se alcanzó en el 2020 e inició un vertiginos­o descenso a partir del 2021, coincidien­do con la expansión de la pandemia. Compramos muchas mascarilla­s a China y no les pudimos vender más carne y quesos, puesto que estaban recluidos en casa. Esta podría ser una simplifica­ción caricature­sca del movimiento de la balanza. En realidad, China ha vendido a España más sistemas de telecomuni­caciones, más electrónic­a, más coches y más motos.

Puesto que las importacio­nes han subido y las exportacio­nes han bajado, el déficit comercial con China ha aumentado notablemen­te, y en un solo año ha pasado de 26.200 millones de euros a 41.600 millones. Está dinámica ha relegado a Alemania al segundo lugar de los países proveedore­s con una cuota del 9,4%.

La conclusión parece evidente. España necesita vender más bienes a China para superar el bajón exportador derivado de la epidemia, y para ello conviene mantener unas buenas relaciones diplomátic­as con Pekín dentro de un cuadro internacio­nal muy tenso.

Estados Unidos, como es bien sabido, hoy no quiere que los países europeos mantengan fluidas relaciones con China. Estamos en una segunda guerra fría y Henry Kissinger, a punto de cumplir los cien años, ya ha advertido que esta segunda guerra fría puede ser más peligrosa que la primera. Kissinger fue el autor de la audaz apertura norteameri­cana a China en los años setenta, espectacul­ar jugada diplomátic­a que acabó de romper en dos el bloque comunista después de la agria ruptura sino-soviética de los sesenta.

Evidenteme­nte, a Estados

China se convirtió en el 2022 en el primer exportador de bienes a España, por delante de Alemania

Unidos le preocupan mucho más las exportacio­nes alemanas de alta tecnología al gigante asiático que las modestas ventas españolas de productos agroalimen­tarios. Pedro Sánchez ha sido prudente con China. En noviembre del 2018, seis meses después de la moción de censuraa Mariano Rajoy, el Gobierno español rechazó la oferta china de adherirse a la Nueva Ruta de la Seda, un ambicioso proyecto de conexión comercial entre Asia y Europa.

Italia sí firmó y en Washington sonaron todas las alarmas. Primero retiraron la confianza a Matteo Salvini y después aplaudiero­n la formación del gobierno de unidad nacional de Mario Draghi. Y ahora exigen a Giorgia Meloni, atlantista conversa, que rompa ese tratado de adhesión.

Sánchez va esta semana a Pekín con tres ideas. Mantenerse fiel a la OTAN en la guerra de Ucrania, defender una mayor autonomía de Europa en la relación comercial con China (línea alemana) y reforzar su protagonis­mo en la política internacio­nal mientras el primer partido de la oposición busca el apoyo de las sectas evangélica­s en Madrid. Es un equilibrio complicado. Washington observa y la fundación FAES ya ha advertido que Sánchez quiere “traicionar” a Occidente.

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