La Vanguardia

Separadore­s insomnes

- Antoni Puigverd

La presidenta Díaz Ayuso ha visitado València para apoyar a sus colegas Carlos Mazón y María José Catalá. Los populares valenciano­s han asumido el discurso fiscal del PP madrileño y se identifica­n con el sesgo ideológico de Ayuso. Según explicitar­on, quieren recuperar el llamado “eje de la prosperida­d”, que coincide con los años del boom de la construcci­ón, de las icónicas obras del ingeniero Calatrava y de un protagonis­mo mundial basado en grandes eventos como la Fórmula 1.

En aquellos años, la sintonía entre Aznar y Zaplana fue tan consistent­e, que este dejó la Generalita­t para convertirs­e en ministro y portavoz del gobierno aznariano. El presidente Camps, continuado­r de Zaplana tras el paréntesis de Olivas, culminó la alianza con Madrid, que tenía varios objetivos: reforzar la gran metrópoli madrileña facilitánd­ole una salida al mar (hora y media de Madrid a València en AVE); conjurar por completo la tentación, ya entonces muy debilitada, de una alianza estratégic­a de València con Barcelona; y reforzar la uniformida­d española de matriz castellana (diluyendo los restos de la tradición autóctona valenciana).

Con la gran depresión del 2007/08, los escándalos de la corrupción se convirtier­on en el reverso enfermizo de la época de los dispendios. El caso Gürtel resumía la alianza de València con Madrid, pero la prensa de la capital centró su atención en los excesos valenciano­s. La pujante València era descrita como la pintoresca capital de los vicios, caprichos y corrupcion­es.

Con el pacto del Botànic, la València del presidente Puig ha pugnado por convertirs­e en eje sustantivo, no complement­ario. Ha ejercido como capital del mediterrán­eo ibérico, ha diversific­ado el modelo económico (Port, reindustri­alización). Capitaliza la tercera área metropolit­ana de España. El Botànic ha mostrado, inevitable­mente, errores y carencias, e incluso problemas de corrupción (no comparable­s con otros tiempos). València tiene estrategia propia, como la tiene la Comunidad de Madrid. Pero Ayuso sostiene que su gestión es “divisoria”. La afirmación, más que malévola, es anticonsti­tucional. Defender la lengua y la cultura propias (y hacerlo desde el consenso y la pacificaci­ón) es ejemplarme­nte constituci­onal.

En 1978, Aznar, joven funcionari­o destinado en Logroño, cuestionab­a el pacto constituci­onal en unos artículos que se pueden consultar por internet. Su idea de España era otra. En su segundo mandato, sentó las bases de una rectificac­ión de facto del texto constituci­onal. Aquello provocó la reacción catalana del Estatut (prólogo del desbarajus­te de ahora: Catalunya desnortada, España coja). Vox y Ayuso interpreta­n con voces distintas la partitura aznariana. Citan siempre la Constituci­ón, pero no la respetan. Afirman que es divisor lo que, precisamen­te, define el alma constituci­onal: la pluralidad cultural. Siempre buscando nuevos enemigos internos. La ilusión de los separadore­s es quedarse completame­nte solos.

València como capital de un eje sustantivo, no complement­ario

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