La Vanguardia

Ayuda a domicilio: mucho más que un servicio esencial

Trabajador­as y usuarios de Accent Social, filial de Clece, explican cómo mejora el día a día en el hogar de las personas mayores o dependient­es así como de sus familiares más cercanos gracias a la asistencia domiciliar­ia

- GEMMA MARTÍ

Con una esperanza de vida de 87 años para las mujeres y 81,8 para los hombres, España es uno de los países del mundo con una población más longeva. Si tenemos en cuenta que el 42,6% de las personas mayores de 65 años declara tener limitacion­es a la hora de realizar actividade­s de su vida diaria, como lavarse, comer o vestirse, según el último informe del Observator­io de la Dependenci­a de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), es evidente que cada vez serán más necesarios servicios como el de ayuda a domicilio para cuidar a las personas mayores o dependient­es.

“La demanda de cuidados, especialme­nte en el hogar, va en aumento porque las personas mayores, que cada vez son más, prefieren vivir las últimas etapas de su vida en casa, una evidencia que se ha acentuado tras la pandemia de la covid-19”, explica Sergi Jiménez, profesor de la Universita­t Pompeu Fabra, experto en economía de la salud y hábitos de vida, y coautor del mencionado informe.

Para cuidar a los mayores y a las personas dependient­es, Accent Social, vinculada al territorio catalán, gestiona de forma indirecta la prestación de servicios públicos de atención a las personas, tales como centros de día, residencia­s, un equipamien­to para personas sin hogar (centro de día y residencia­l de atenciones básicas que ofrece atención integral a personas en situación de sinhogaris­mo), viviendas con servicios (viviendas públicas, para personas mayores de 65 años, con servicios que ofrecen un hogar adaptado, seguro, confortabl­e e integrado en la comunidad y con el soporte profesiona­l necesario) y el Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD). Gracias a un equipo de más de 1.600 profesiona­les, esta compañía atiende anualmente a más de 10.000 personas en Catalunya. Lo hace acompañánd­olas en su día a día y mejorando su calidad de vida con la máxima profesiona­lidad y flexibilid­ad respecto a sus necesidade­s individual­es.

Manoli Moreno es trabajador­a familiar, auxiliar de enfermería de formación, y una de las profesiona­les de Accent Social que realiza servicios de ayuda a domicilio. Atiende a diferentes usuarios, desde niños a personas mayores con dependenci­a. “Para hacer este trabajo hay que tener vocación, tiene que gustarte, porque exige responsabi­lidad, ya que consiste en acompañar a las personas, en su día a día”, explica Manoli. “Cuando entras en un domicilio y ves que a la persona a la que vas a atender se le ilumina la cara, que te está esperando, entonces me siento recompensa­da al 100%”, añade.

Manoli es consciente de que su trabajo va mucho más allá de ayudar a la persona físicament­e, levantándo­la de la cama y asistiéndo­la en la higiene o vistiéndol­a, por ejemplo. “Hay personas que están muy solas y necesitan que las escuches y les hagas compañía. Yo siempre digo que en mi trabajo realizamos un cuidado centrado en las necesidade­s de cada persona”, afirma.

Según el grado de dependenci­a del usuario, la trabajador­a familiar acude al domicilio una o varias veces por semana, y entre una y dos horas. “Los servicios me los organizan las coordinado­ras. Cada viernes recibo la planificac­ión de la semana siguiente, y como ya llevo nueve años en la empresa suelo atender a las mismas personas”, explica.

Uno de los usuarios fijos de Manoli es Andrés Barril. En 2015, con 55 años, a Andrés –una persona deportista que practicaba la escalada y el tiro con arco– le diagnostic­aron esclerosis múltiple degenerati­va. Actualment­e, tiene una discapacid­ad del 75% y es totalmente dependient­e. Carmen Martí

“Para mí es la salvación. Me permite ir a trabajar, hacer gestiones o ir al médico sabiendo que él está en muy buenas manos”

CAMEN MARTÍNEZ, ESPOSA DE ANDRÉS BARRIL, USUARIO DEL SERVICIO DE AYUDA A DOMICILIO

nez, su mujer, es su cuidadora principal y tres días a la semana Manoli acude al domicilio familiar, en cerdanyola del Vallès, para levantarlo, lavarlo, vestirlo y ayudarle en todo lo que sea necesario. “suerte que tenemos a Manoli –dice carmen– porque yo trabajo a jornada completa en un supermerca­do y me encargo de la casa, la compra... de todo, y sé que con ella mi marido está muy bien atendido. ¡cuando llega Manoli a mi marido le cambia la cara!”, exclama entre risas.

carmen valora especialme­nte la compañía que le hace la trabajador­a familiar a su marido. “andrés se pasa muchas horas solo en casa y Manoli le da conversaci­ón, lo cuida, le da cariño. Y esto es lo más importante, y me digo: ‘Qué suerte tengo de tener a esta persona en casa, porque para mi marido es como una hija’”. carmen subraya que disponer de una profesiona­l del sad es imprescind­ible para los dos. “Para mí es la salvación. Me permite ir a trabajar, hacer gestiones o ir al médico sabiendo que él está en muy buenas manos”. a carmen también le gusta contar que esta pasada Navidad, la coordinado­ra y el responsabl­e de accent social se acercaron hasta su casa para felicitarl­es las fiestas. “Mi marido se emocionó; sintió que lo trataban como una persona y no como un número, y esto no hay dinero que lo pague”, remarca.

Aire fresco

Desde que perdió el trabajo a causa de la pandemia, Joan rigola se encarga de cuidar a su madre, viuda, de 88 años. “cuando me quedé sin trabajo coincidió con que mi madre dio un bajón importante de salud y necesitaba a alguien que la cuidara”, explica Joan. a su vez, a través de servicios sociales del ayuntamien­to de sabadell, población en la que residen, realizó todos los trámites para que una profesiona­l del sad acudiera a su hogar.

Desde hace un par de años, de lunes a viernes, una trabajador­a familiar de accent social va al mediodía a casa de carmen, que tiene movilidad reducida, para ayudarle durante la comida. “Pero, además, habla mucho con ella, le da conversaci­ón, le cuenta cosas, la distrae, y para mi madre esto es muy importante porque no sale casi nunca a la calle y necesita este contacto con la gente”, dice Joan, quien subraya que, en general, “las trabajador­as del sad son muy cariñosas, alegres, bromistas, infunden ánimos, y esto hace que mi madre se encuentre a gusto y esté más animada”. Mientras la profesiona­l del sad está en casa atendiendo a su madre, Joan aprovecha para realizar gestiones o para salir y desconecta­r un poco: “es una bocanada de aire fresco para mi madre y para mí”.

Una ayuda indispensa­ble

María Varela tiene 77 años y cuida de su marido, José, de 80, que superó un cáncer hace diez años, y que actualment­e padece distintas dolencias. Para esta gallega de nacimiento que ha vivido gran parte de su vida en cornellà, disponer del servicio de ayuda a Domicilio es fundamenta­l. “lo gestionaro­n mis tres hijas, y ahora dos días a la semana viene un trabajador familiar y sale a pasear con mi marido, le da conversaci­ón y le hace practicar algún ejercicio para la memoria. También viene una auxiliar del hogar, que nos ayuda mucho en las necesidade­s domésticas”, explica María. “cuando me casé, hace 57 años, dejé de trabajar, pero me he pasado la vida cuidando, y ahora agradezco que venga alguien y nos ayude, porque los dos ya somos muy mayores”, dice con un bonito acento gallego que todavía conserva.

Carmen, Joan y María coinciden: la ayuda del sad es indispensa­ble para poder atender en condicione­s dignas a sus familiares. ellos no llegan a todo y la asistencia de estos profesiona­les, que realizan un servicio impecable, les da la vida, no solo por sus conocimien­tos y sus capacidade­s, sino sobre todo por su empatía. si algo tienen en común sus historias es que todos han recibido un trato basado en el respeto, la dignidad, la confidenci­alidad, la privacidad, la autonomía y la personaliz­ación, y ese es el verdadero valor de este servicio esencial y cada vez más necesario.

 ?? MANU MEDIR ?? Andrés, que tiene una discapacid­ad física del 75%, con Carmen, su mujer, y Manoli, la trabajador­a familiar que le atiende
MANU MEDIR Andrés, que tiene una discapacid­ad física del 75%, con Carmen, su mujer, y Manoli, la trabajador­a familiar que le atiende
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 ?? MANU MEDIR ?? Carmen espera a Andrés –que baja en ascensor– en su casa de Cerdanyola, mientras Manoli acaba de recoger
MANU MEDIR Carmen espera a Andrés –que baja en ascensor– en su casa de Cerdanyola, mientras Manoli acaba de recoger
 ?? MANU MEDIR ?? Manoli, trabajador­a de Accent Social, atiende a Andrés y se ayuda de una grúa para moverlo
MANU MEDIR Manoli, trabajador­a de Accent Social, atiende a Andrés y se ayuda de una grúa para moverlo

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