La Vanguardia

POR LA ESCUADRA Hacen varias cosas a la vez

- Sergio Heredia

En el verano del 2018 se disputaba la Copa del Mundo de fútbol en Rusia y yo tenía el día libre y nos habíamos ido a comer a casa de unos amigos. Zampábamos y reíamos y a nuestro alrededor correteaba­n niños y adolescent­es. Los chicos chutaban en el patio, o jugaban al tenis de mesa en el sótano, y a veces aparecían y atacaban una croqueta y una Fanta de naranja y volvían a irse.

Yo, de vez en cuando, le echaba un vistazo al móvil por ver cómo iba el Alemania-suecia, pero prefería no darle muchas vueltas porque tenía el día libre.

Y si libro, se libra.

Aun así, la deformació­n profesiona­l...

En un momento de la tarde-noche le eché otra ojeada a la pantalla, tal vez el partido había acabado. Y cuando así fue, dije: –Parece que ha ganado Alem...

No había acabado la frase cuando, de algún lugar, apareció Hugo, un crío de diez años cuya inocencia me dejó en paños menores. Plantándom­e una pantalla en el rostro (acaso un móvil, acaso una tableta), voceó:

–¡Ha ganado Alemania con un golazo de Toni Kroos! Mira, tío ¿lo quieres ver?

Y ahí estaba.

Casi en directo: el gol.

Hugo me estaba mostrando el maravillos­o lanzamient­o de falta: ahí estaba la ejecución, con imágenes de alta calidad.

“¡Ha ganado Alemania con un golazo de Toni Kroos! Mira, tío ¿lo quieres ver?”

–Wow –dije.

Realmente no sabía qué decir.

Y mientras decía “wow” y paladeaba el golazo de Kroos, me preguntaba para mis adentros: “¿En qué momento ha estado el pequeño Hugo siguiendo el Alemania-suecia? ¿Acaso ese crío no llevaba un buen rato chutando en el patio y jugando a ping-pong en el sótano? ¿Y cómo ha podido encontrar el gol tan rápido? ¿Y cómo es que yo no he sido capaz de encontrarl­o por mí mismo? ¿No se supone que soy un profesiona­l del periodismo, no se supone que debería ir por delante del resto?”.

Estuve unos minutos dándole vueltas al asunto, y mientras meditaba sobre ello me bajaba otra croqueta y otra cerveza, y al cabo de un rato aparqué la cuestión para otro momento, pues alguien en la mesa contó un chiste, no recuerdo si era bueno o malo, y mi mente cambió de canal.

PD: De hecho, no he vuelto a pensar mucho en aquella humillació­n silenciosa hasta este fin de semana, cuando la Kings League de Piqué y sus amigos streamers congregó a 92.000 personas en el Camp Nou. Apilados todos allí, los feligreses invirtiero­n el tiempo en ver modesto fútbol-7 mientras escuchaban Twitch, bailaban con los dee-jays, devoraban palomitas y jugaban al Stumble Guys en el móvil. Todo, por veinte euros. Y así lo he entendido: nunca podré ser como Piqué.

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