La Vanguardia

El fanatismo patriótico

- Màrius Carol

John Lennon declaró en una ocasión que la maldad era una forma de vida. En realidad, el bien y el mal anidan en el alma del hombre, pero hay un momento en la vida en que algunos deciden convertirs­e en malvados. Unas veces por egoísmo personal, otras por fanatismo patriótico. A menudo coinciden ambos objetivos.

Pocas noticias nos deberían haber impresiona­do más que la condena a dos años de cárcel a Alexéi Moskaliov, un padre separado de 53 años que vivía con su hija Masha, de 13, en una tranquila ciudad a 300 kilómetros de Moscú. La niña pintó en clase de dibujo una familia con una bandera ucraniana sobre la que se acercaban dos misiles rusos, bajo un sol brillante, y añadió la frase No a la guerra. La maestra lo denunció a la directora de la escuela, y esta, a la policía.

Los agentes empezaron a buscar en internet las actividade­s del progenitor y descubrier­on mensajes antibélico­s en una red social. El resultado de esta locura es que primero le pusieron una multa, luego fue detenido y torturado, y finalmente un juez le impuso un arresto domiciliar­io y ordenó el internamie­nto de su hija en un centro de menores donde ha estado incomunica­da. La perversa maquinaria judicial no se frenó aquí: actuó para quitarle la patria potestad y le impuso dos años de prisión. Moskaliov ha podido escapar. Su defensor visitó a la muchacha en el centro de menores y esta le dio una carta en la que decía: “Papá, tú eres mi héroe”.

Ha coincidido esta noticia con mi lectura de la novela El mago del Kremlin, de Giuliano Da Empoli, que fue asesor de Matteo Renzi y conoce bien Rusia, donde escribe que la élite actual se parece mucho a la vieja nobleza zarista, aunque menos elegante e instruida, pero con igual propensión a la arrogancia y a la violencia: “No podemos escapar al destino, y el de los rusos es ser gobernados por los descendien­tes de Iván el Terrible”.

Ser condenado a prisión y separado de la hija por un inocente dibujo escolar demuestra tanto la perversida­d de un régimen como su debilidad. Pero los malvados son como las moscas que recorren el cuerpo humano y solo se detienen en sus llagas (Jean de La Bruyère). Y derrocarlo­s da el mismo placer que acabar con ellas. Lástima que se necesite algo más que un palmetazo.c

En Rusia se ha condenado a un hombre a dos años por el dibujo escolar de su hija

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