La Vanguardia

Una nueva bipolariza­ción

- Josep Antoni Duran i Lleida

Somos muchos los que opinamos que lacovidyla­invasiónde­ucraniaest­án turbando la era de la globalizac­ión. En las últimas décadas, esta había determinad­o a escala mundial las pautas de la economía y del comercio internacio­nal,loscambios­tecnológic­os,loshábitos­culturales, los flujos migratorio­s e, incluso (aunque esto requeriría de mayor reflexión), los patrones de los sistemas políticos. La pandemia y la guerra han provocado la necesidad de recuperar los centros de producción y de asegurar la autonomía estratégic­a que, si bien en la Unión Europea se limitó al principio a cuestiones de defensa y seguridad, ahora debe extenderse al ámbito económico y tecnológic­o.

En este contexto, hay quien da por finiquitad­a la mundializa­ción, aunque a mi entender equivocada­mente. Sin embargo, sin llegar a aceptar la desglobali­zación como irreversib­le y admitiendo que el futuro siempre es indefinido, sí se está escribiend­o el prólogo de una mayor fragmentac­ión del mundo en bloques comerciale­s geopolític­os distintos, en los que las alianzas por razones de seguridad (más allá de la defensa) determinar­án cada vez más las relaciones económicas. Un mundo más dividido, que la OMC estima que podría reducir el PIB mundial un 5%. La globalizac­ión no va a desaparece­r, especialme­nte en el sector de servicios, pero la tendencia en lo económico y en lo comercial se está orientando a sumar el mayor número de “países amigos” a uno y otro bloque para intentar negociar y transaccio­nar todo lo posible entre ellos mismos.

En el marco de esta bipolariza­ción se va definiendo una nueva guerra fría en la que la URSS ha sido desplazada por China (a pesar de la gravedad de la guerra en Ucrania y de su poder nuclear, Rusia no es un actor principal). Con una gran diferencia: la URSS nunca tuvo el poder económico de Estados Unidos. Y hoy, en cambio, China aspira a acercar su PIB al de los norteameri­canos, a los que aventaja ya en diversos ámbitos científico­s y, en particular, en el de la inteligenc­ia artificial. A su peso económico y su superiorid­ad en la carrera tecnológic­a, hay que añadir el exponencia­l incremento de su gasto público en defensa, lo que la convierte en una auténtica superpoten­cia dispuesta a cuestionar el liderazgo que Estados Unidos ha ejercido en solitario.

Cuatro hechos acaecidos en las últimas semanas son una buena muestra del desarrollo de esta nueva guerra fría y de su impacto geopolític­o y económico. Primero: Irán y Arabia Saudí han acordado restablece­r relaciones diplomátic­as. En la gran división del mundo musulmán entre chiíes y suníes se abre una vía hacia el acuerdo de la mano nada más y nada menos que de China. Segundo: las palabras del presidente de Namibia dirigidas al embajador alemán espetándol­e que el trato de los chinos es mejor que el que reciben de los alemanes no son una anécdota. Son uno de los muchos síntomas de que en África hay un hartazgo hacia los europeos que China y Rusia aprovechan y sustentan. Tercero: América Latina no se queda atrás y, para muestra, la reciente alianza de Bolivia con China sobre el litio. Y cuarto: Estados Unidos, el Reino Unido y Australia, en el seno de su alianza de seguridad Aukus, pactan el primer acuerdo en 65 años de transferen­cia de tecnología atómica de los norteameri­canos para aumentar la capacidad disuasoria frente a China. ¡Los hechos hablan por sí solos!

¿Le interesa a la UE esta nueva bipolariza­ción? ¿Nos interesa seguir a ciegas a Estados Unidos en su pulso con China? Porque nuestros valores son comunes, pero no siempre nuestros intereses.c

China aspira a acercar su PIB al de EE.UU., al que supera en el ámbito de la inteligenc­ia artificial

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