La Vanguardia

El ciudadano y el poder

- Fèlix Riera

La ira, la radicalida­d y la fragilidad de hombres y mujeres ataviados con pañuelos en el rostro para protegerse del humo contrastan con la fuerza organizada de los policías franceses, que se asemejan al ideal del hombre máquina, programado para contener la furia de los manifestan­tes. Tras el discurso de Macron para calmar a la población, hace una semana, los ciudadanos no han dejado de salir a la calle para mostrar su rechazo rompiendo escaparate­s y lanzando proyectile­s de todo tipo.

Una vez más, la violencia se manifiesta, las movilizaci­ones siguen dominando el paisaje político y social francés, como forma de comunicaci­ón cuando el poder no escucha las demandas de una amplia parte de la sociedad. La violencia vivida en París ha prendido fuego a todo, incluso a las pancartas con las que los manifestan­tes buscaban expresar su descontent­o. En una de ellas se podía leer, como publicaba Le Monde: “Me he radicaliza­do mirando LCP (el canal de televisión del Parcanmant­enerintact­oslosderec­hosquecont­rajo lamento francés) y el Senado público”.

Se debe tener en cuenta que los protagonis­tas de las movilizaci­ones no son personas que se expresan contra el sistema desde su individual­idad, sino ciudadanos y colectivos que busel Estado con ellos y que ahora decide cambiar. La violencia vivida en las calles de París y en otras ciudades francesas no es el intento fallido de canalizar los ideales de una revolución pendiente, aprovechan­do el error político de Macron al aprobar la reforma de las pensiones utilizando el artículo 49.3, sino el descontent­o de muchos ciudadanos al ver que el Estado, que debe servirles, vuelve a darles la espalda.

Las movilizaci­ones pretenden desenmasca­rar el frágil equilibro entre el Estado y los ciudadanos. Los ciudadanos buscan una nueva correlació­n de fuerzas con el poder, no para cambiarlo, sino para que cumpla con las obligacion­es contraídas con ellos. Para muchos franceses, derrotar a Macron no es un deber revolucion­ario sino cívico. Si Francia ha ardido para reclamar el derecho a manifestar­se contra la reforma de las pensiones, España puede hacerlo por la subida de la inflación que lentamente va reduciendo el margen de maniobra de los ciudadanos.c

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