La Vanguardia

Hacer sangre con Ana Obregón

- Isabel Gómez Melenchón

La primera víctima de la guerra es la verdad, pero ¿cuál es la primera víctima de las redes sociales, además de la verdad? Pues esta escribidor­a tiende a pensar que la humanidad, en su sentido de grupo de personas y en el de compasión y empatía. Aquí no vamos a juzgar a la persona de Ana Obregón ni a su hija por gestación subrogada. Para eso han estado las redes. Pero sí vamos a juzgar ese invento, las redes, que permite sacar una cantidad de odio, rabia y bilis de la que probableme­nte ni siquiera sean consciente­s sus poseedores. Si ese desahogo sirve para que se vayan a la cama tranquilos y no hagan cosas peores, al menos le habremos encontrado alguna utilidad a Twitter.

A lo largo del miércoles al hashtag inicial de #lodeobrego­n se fueron sumando los de Lecquio, Aless, hijo, hija... la propia red te los proponía, por si no habías tenido bastante. Y quién lo iba a tener cuando, también según avanzaban las horas, iban saliendo rumores y explicacio­nes de supuestos enterados proponiend­o identidade­s para el presunto donante del semen, todos corriendo a repetir lo que salía en los programas del corazón, no fuera que nos quedáramos atrás. La donante de óvulos parece que no le interesaba a nadie. No tiene morbo.

En cambio, la felicidad de la niña y su bienestar futuro, dada la edad de la actriz, parecían ser una preocupaci­ón de la mayoría, tanto, tanto, que nadie diría que en este país, cuando se anuncia la creación de un centro de acogida de menas, los vecinos montan un pollo.

También a lo largo de las horas apareciero­n los políticos, claro. Y sus detractore­s. Irene Montero se encontró con quienes le recordaban que Miguel Bosé aún anda enredado en la paternidad singular o plural de dos o cuatro hijos y ahí lo tienen, como un rajá en TVE, sin que nadie le tosa. “La vara de medir es totalmente distinta”, decía una tuitera (Koala).

Y también a lo largo del día se produjeron muchos borrados, de barbaridad­es dichas en caliente, incluso alguna de profesiona­les reconocido­s y reconocida­s. Porque barbaridad­es, las que quieran: “Al fin y al cabo, a mí se me rompió un coche que tenía y para sustituirl­o me compré otro...”. No ponemos los nombres por si en un rapto de lucidez se dan cuenta de lo que significa comparar la pérdida de un hijo con un automóvil. Nada de todo esto debe entenderse como una justificac­ión o condena de Obregón. No hablamos de gestación subrogada (aquí). Hablamos de personas, si es que quedan.c

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