La Vanguardia

Un poco más de calma

- Lluís Foix

La calma no está de moda. La velocidad nos persigue con las noticias, los impactos, las opiniones sobre todo y a todas horas. En el periodismo de la era digital se valoran más las opiniones, las metáforas y las prediccion­es que los hechos. En las páginas de

The Guardian todavía se imprime a diario la frase del más legendario de sus fundadores, C.P. Scott, un diputado liberal progresist­a, que recuerda que “el comentario es libre, pero los hechos son sagrados”. Ahora parece que es al revés y las opiniones adquieren más relevancia que los hechos.

La masa crítica opinativa sobre el bebé comprado por Ana Obregón ha sido muy superior a las intervenci­ones de expertos, juristas, sociólogos y moralistas. Políticos y periodista­s han dedicado horas a emitir opiniones, mientras las redes difundían todo tipo de teorías. Los debates éticos sobre todo lo que afecta a la vida y a la muerte han existido siempre y siempre volverán. Son cuestiones que no dependen de encuestas ni de mayorías que son cambiables, sino que afectan al respeto, a la dignidad, a los derechos y a los deberes de mujeres y hombres de todos los tiempos. Son temas muy delicados que inciden en la intimidad, en la situación personal y en las creencias que conviven en las sociedades plurales modernas.

El sociólogo y filósofo que difundió el concepto de la modernidad líquida, zygmunt Bauman, sostiene que “la experienci­a cotidiana confirma obstinadam­ente que los principios morales cada vez son menos vinculante­s, lo cual resulta alarmante”. En su ensayo El tiempo apremia afirma que la manipulaci­ón de la condición humana no es un invento de los especialis­tas en genética. La voluntad de diseñar al individuo, es decir, de crear a un hombre nuevo, va asociada a la forma de vida moderna desde sus orígenes. No hay razas puras ni hombres nuevos. Todo es muy viejo.

Las opiniones son naturalmen­te libres, pero mejor si están fundamenta­das. Las civilizaci­ones nunca han podido prosperar sin cantidades suficiente­s de informació­n fiable sobre los hechos. La política, lo decía Aristótele­s, no es otra cosa sino ética social. Para ello es convenient­e un debate profundo, con calma, teniendo presentes también las derivadas inesperada­mente negativas de leyes aprobadas con prisas.c

Hay que tener en cuenta las derivadas negativas de las leyes aprobadas con prisas

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