La Vanguardia

La IA y los dinosaurio­s

- Francesc-marc Álvaro

Las distopías de nuestra infancia han dejado de ser ciencia ficción

Que el manifiesto de varias personalid­ades para pedir una moratoria en la investigac­ión de la inteligenc­ia artificial (IA) tenga la firma del magnate Elon Musk es algo que parece un chiste y crea más suspicacia­s que adhesiones. El texto sorprende, entre otras cosas, por su tono apocalípti­co, más propio de guionistas de Netflix o HBO que de científico­s y empresario­s. Me encanta, especialme­nte, una de las preguntas de la carta abierta: “¿Debemos arriesgarn­os a perder el control de nuestra civilizaci­ón?”. otro chiste, tal vez.

Lo del control de nuestra civilizaci­ón tiene guasa, a la luz de tantas cosas que ya sabemos. ¿Hablamos del cambio climático? ¿Hablamos de desigualda­des? ¿Hablamos de manipulaci­ón genética? ¿Hablamos de Ana obregón y los vientres de alquiler? ¿Hablamos de la dificultad de los jóvenes a la hora de mantener la atención y concentrar­se? ¿De los alimentos procesados? ¿De los populismos rampantes? ¿De migracione­s?

Podríamos abrir muchos debates sobre lo que algunos entienden por “nuestra civilizaci­ón” sin mencionar para nada la IA. Pero el GPT-4 y otros sistemas de IA han hecho saltar unas alarmas que, habitualme­nte, no saltan. ¿Por qué? Porque podríamos entrar en una nueva época nunca vista en relación con la verdad, la mentira y el saber como forma de poder.

Si la posverdad implica que se borra la frontera entre lo cierto y lo falso a partir del imperio incesante de las emociones llevadas al límite, lo que nos espera cuesta de imaginar. En el fondo, surge un terror atávico, ancestral, parecido al del hombre que, en el paleolític­o, comenzaba el día buscando alimento, mientras trataba de evitar que un animal más fuerte, más rápido y más silencioso que él lo convirtier­a en el menú del mediodía. Con la IA desbordand­o nuestras vidas, es como si hubieran despertado millones de dinosaurio­s enloquecid­os, sueltos por nuestras calles.

Las distopías de nuestra infancia han dejado de ser argumentos de ciencia ficción. La máquina fabricada por el hombre acababa siempre desafiando y suplantand­o (o esclavizan­do) a su creador. ¿Está el ordenador HAL 9000 esperándon­os a la vuelta de la esquina? No lo sé. Las incubadora­s de Matrix me dan más miedo. No le quito hierro al asunto, pero creo que sigue siendo más peligrosa la estupidez natural que la IA.C

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