La ronda de Sant Antoni queda en manos del ganador de las elecciones
La dramática reforma de la ronda de Sant Antoni quedará en manos de quienes ganen las elecciones municipales. Sí, dramática, porque esta remodelación abrió ya una herida entre muchos vecinos, porque las discrepancias entre comunes y socialistas en el gobierno dificultarán que su pacto se reedite, porque asistimos al enfrentamiento de dos modos de entender el espacio público. Y el último giro de tuerca alimenta la tensión.
La comisión del gobierno municipal aprobó ayer el proyecto de esta transformación. Como estaba previsto, los buses bajarán solo de Villarroel a Urgell. La mayor parte del espacio quedará libre de vehículos. Bcomú votó a favor y PSC en contra. La teniente de alcalde de Urbanismo, la común Janet Sanz, dijo que el documento recoge muchas inquietudes vecinales, que es fruto de la participación. La edil de Movilidad, la socialista Laia Bonet, dijo que no, que esta iniciativa no cuenta con el consenso de la mayoría de vecinos y comerciantes. En todo caso, la adjudicación de las obras tendrá lugar en julio, y su arranque tras el verano. Así que el nuevo gobierno tendrá la última palabra. El calendario se echó encima.
La verdad es que el acuerdo vecinal se convirtió en una quimera. A los comunes se les puede achacar dejadez este último lustro. La degradación de este tramo es también resultado de su abandono –el Ayuntamiento ya tenía un proyecto en el 2018–. Pero propiciar el consenso entre quienes buscan oxígeno y apuestan por perpetuar la pacificación y quienes quieren que regresen los buses, que ven en este espacio abierto una fuente de problemas de convivencia, era una empresa complicada. A un lado tenemos muchos del Raval y algunos de Sant Antoni, y al otro sobre todo vecinos y comerciantes del Eixample. Los de Ciutat Vella se llevaron el gato al agua, pero no se fían de lo que pase tras las elecciones. Y los del otro lado aguardan el momento de volver a poner sus reivindicaciones sobre la mesa.
La adjudicación de las obras tendrá lugar tras los comicios, y el cisma vecinal continúa abierto