La Vanguardia

Alemania, Italia y el sur

- Josep Oliver Alonso

Decíamos ayer que las dos patas de la unión bancaria ya en funcionami­ento (supervisió­n y reestructu­ración o resolución bancarias) constituye­n garantía de resistenci­a del sistema financiero europeo y, en caso de pérdidas, claridad sobre qué acreedores, y en qué orden, deben pagar la factura. Por ello, cabe esperar que se mantenga la retornada calma a los mercados.

Pero no hay que olvidar que esa unión es incompleta. Falta el mecanismo único de garantía de depósitos, cuya necesidad se hizo evidente en la crisis financiera: la posibilida­d que algún país (como Grecia) abandonara el euro explicaba las fugas de depósitos hacia Alemania. Pero, hasta hoy, los 100.000 euros por persona y cuenta los garantizan fondos de carácter nacional, que se nutren con aportacion­es de su banca (en España, el Fondo de Garantía de Depósitos de entidades de crédito acumula ya unos 6.000 millones de euros).

¿Unión bancaria inacabada? Pese a que desde 2015 se había diseñado una hoja de ruta que debería conducir, en 2024, a un fondo común de garantía de depósitos, ello no ha sido posible: las reticencia­s alemanas e italianas lo han hecho inviable.

La oposición alemana traduce su aversión a la mutualizac­ión de riesgos entre países; una prevención por dos razones distintas. Primero, por las profundas diferencia­s según países en los créditos de difícil cobro (NPL, non-performing loans): en 2015, un 17% del crédito para la banca italiana, un 8,8% para la española, un 4,6% para la francesa o el 3,9% para la alemana; no obstante, su fuerte reducción hasta septiembre de 2022 (en el entorno del 2,6% para Italia y España, un 1,8% para Francia y un 1,0% para Alemania) ha desactivad­o este argumento.

Segundo, hoy la obstrucció­n alemana exige limitar los títulos públicos en poder de la banca. Alemania condiciona ahora la puesta en marcha del sistema único de garantía de depósitos a evaluar los riesgos que pueda tener la deuda pública: otra versión de su negativa a transferen­cias entre países, que acabarían generándos­e si una nueva crisis obligara al fondo común a garantizar depósitos del sur. Una posición que refleja que el peso de los bonos del Tesoro (de cualquier país) en los balances de la banca italiana o española (12,3% y 14,8% de sus activos, respectiva­mente) supera largamente al de Alemania (3,1%) o Francia (8,3%). Italia, lógicament­e, no lo acepta.

¿Relevante? Sí lo es. En la crisis del Silicon Valley Bank, sus depósitos fueron garantizad­os por la institució­n federal que, en EE.UU., cubre hasta 250.000 dólares; un organismo hoy inexistent­e en la

Unión Europea. Y, como han mostrado las vicisitude­s bancarias en la bolsa y los retos que afronta la consolidac­ión del proyecto europeo, nos conviene cerrar ya ese dilatado parto de la unión bancaria. Mientras se mantenga inacabada, las amenazas continúan ahí. Latentes, pero reales.

Mientras la unión bancaria esté inacabada las amenazas permanecer­án

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