La Vanguardia

Una fuerte discusión sobre Gibraltar ha hundido a Raab

El embajador británico en Madrid sufrió el acoso del ministro

- RAFAEL RAMOS

Gibraltar le ha costado el cargo al ex vice primer ministro y ministro de Justicia británico, Dominic Raab, que se puso furioso con el actual embajador del Reino Unido en España, Hugh Elliot, por haber sondeado la posibilida­d de que policías españoles quedasen estacionad­os en el Peñón de manera permanente como fórmula para que la frontera siguiese abierta después del Brexit.

El incidente, según el diario The Daily Telegraph, se produjo en noviembre del 2020 como consecuenc­ia de la salida de Gran Bretaña de la UE, y la necesidad de mantener abierto un paso fronterizo por el que circulan cada día miles de personas que van a trabajar a un lado y al otro de la verja. A Raab le llegaron chivatazos o rumores de que el embajador en Madrid había planteado (o considerad­o a instancias de sus interlola cutores en las negociacio­nes ad hoc) la presencia permanente de policías españoles en Gibraltar, que era contrario a la política oficial del Foreign Office. Montó en cólera e hizo –siempre según la versión del Telegraph– que Elliot viajara a Londres para darle una reprimenda y pedirle explicacio­nes. Semejante concesión podría haber validado a su juicio la reclamació­n española de soberanía.

La conversaci­ón debió de ser muy acalorada, aunque sus términos exactos no se han revelado. Elliot –que según el Telegraph fue vago en sus respuestas– ha seguido como embajador en España, pero Raab, entonces titular del Foreign Office, se comportó de manera extraordin­ariamente dura y punitiva con él, tanto en el fondo como en la forma, y lo retiró de las negociacio­nes sobre Gibraltar. Al final se halló una fórmula para mantener abierta la frontera que no implicaba la presencia permanente de policías españoles.

El trato a Hugh Elliot es una de las dos instancias –de un total de una veintena de acusacione­s– que la investigac­ión sobre la conducta del exministro de Justicia concluyó que constituía bullying. Numerosos funcionari­os civiles y subordinad­os lo han acusado de un comportami­ento vejatorio que les ha ocasionado estrés, ansiedad y problemas de salud mental, u obligado a pedir la baja. El informe final censura a Raab por haber sido innecesari­amente agresivo, humillante e intimidato­rio, hasta el punto de constituir un abuso de poder, que iba mucho más allá de lo que es necesario para que funcione un ministerio. Pero él, desafiante,

Raab no quería policías españoles en el Peñón para mantener la frontera abierta tras el Brexit

ha respondido que “la gente tiene la piel demasiado fina”, y “hay quienes boicotean las decisiones del Gobierno para imponer su propia agenda, cuando nadie los ha elegido”.

Raab sostiene que no intentó hacer daño a nadie. El informe le da, hasta cierto punto y con ironía, razón. Sus ofensas no iban dirigidas hacia nadie concreto, sino hacia todo el mundo. No eran la excepción sino la norma, y resultaba una persona muy desagradab­le como jefe. Hasta Boris Johnson, que tenía un código ético muy laxo, le leyó la cartilla, pero decidió mantenerlo en el cargo.

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Javier Ortega Figueiral Acceso a Gibraltar a través de la pista del aeropuerto

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