El Gobierno respira aliviado ante el perfil discreto del paso del emérito por España
“¿Qué rey? ¿Ah, el emérito? ¡Adiós!”, zanja de inmediato la conversación una veterana ministra socialista en cuanto se le requiere por la nueva visita de Juan Carlos I a España, poniendo de manifiesto la incomodidad que supone para el Gobierno y el PSOE la figura del anterior jefe del Estado.
En la Moncloa, no obstante, respiran aliviados ante el perfil discreto que está teniendo esta nueva visita del emérito, muy alejada de unas expectativas mediáticas que amenazaban con repetir el show de su última estancia en Sanxenxo, hace casi un año.
Fuentes gubernamentales entienden en todo caso que Juan Carlos, al menos hasta ahora, está respondiendo a la demanda de extremar la discreción que le habrían trasladado desde la Casa Real. Y cruzan los dedos para que siga siendo así.
Ya el anuncio del regreso del emérito para participar en los entrenamientos de las regatas de
Sanxenxo, como ocurrió hace casi justo un año en el primer retorno a España de Juan Carlos desde su marcha a Abu Dabi en el 2020, puso de nuevo en guardia a la Moncloa. “Es una visita privada”, alegaron, para evitar tener que expresar cualquier consideración al respecto que abonase la controversia y perjudicase los esfuerzos de transparencia y ejemplaridad que atribuyen a Felipe VI. Y justo ya en pleno periodo preelectoral, ante la cita con las urnas del 28-M, cuando el escenario político está todavía más polarizado.
El temor en la Moncloa era que se repitiera “el espectáculo” que lamentaron en la anterior visita de Juan Carlos, que tuvo gran impacto mediático. “¿Explicaciones, de qué?”, llegó a replicar el emérito cuando se le trasladó la demanda del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sobre las explicaciones que debía a los españoles ante el escándalo social provocado por sus irregularidades financieras.
Una demanda de explicaciones, que implica un reproche sobre la conducta del anterior jefe del Estado, que sigue vigente.