La Vanguardia

Barcelona Latinitati­s Patria

- Carme Riera

Hoy, día del Libro del 2023, fiesta de Sant Jordi, patrón de Catalunya, es el primero en que Carmen Balcells cuenta en Barcelona con un espacio con su nombre. Carmen Balcells, la papisa de las letras, la hacedora de milagros editoriale­s, la alquimista del libro, la mujer de papel, la lectora voraz, la dama de blanco de sus últimas aparicione­s públicas, tiene, por fin, en su ciudad una placa de mármol con su nombre. Está bajo unos pinos, en el barrio de la Verneda, junto a la calle Concili de Trento.

Al parecer, en el Ayuntamien­to, primero se pensó en quitar del nomencláto­r esa referencia religiosa de connotacio­nes no demasiado felices, con tufo a la época dictatoria­l, y cambiarlo por el de Carmen Balcells. Pero eso fastidiaba a los vecinos, ya que cambiar el nombre de una calle lleva implícitos numerosos inconvenie­ntes legales, pérdidas de tiempo y también de dinero, algo que a Balcells, tan eficaz y resolutiva, no le hubiera gustado nada.

De manera que se optó, finalmente, por ponerle a ella su placa conmemorat­iva en una pequeña plaza. En el reducto que forman las copas de unos cuantos árboles y bajo la batuta del piar de los pájaros, que el pasado 31 de marzo, día de la inauguraci­ón, le dedicaron un festival sonoro.

Supongo que se escogió ese lugar, en el barrio de la Verneda, alejado de los sitios donde Balcells vivió o donde tuvo sus centros de operacione­s, por la cercanía con la biblioteca García Márquez. Algo que a Carmen Balcells le hubiera gustado.

Con García Márquez Balcells compartió vida y literatura. Durante los años en que este residió en Barcelona se convirtier­on en inseparabl­es. Fue, sin duda, su autor predilecto, con el que más complicida­des y afectos tejió. Tanto es así que el seductor Gabo un día le preguntó: “¿Me quieres, Carmen?”. Y ella, con su habitual sentido del humor le respondió: “No te puedo contestar. Eres el 36,2% del total de la facturació­n de la agencia”.

Siempre he pensado que, en efecto, la agencia sin García Márquez hubiera sido otra. Pero García Márquez, sin la agencia, también. Por eso escribió: “El sueño de mi vida es poner una agencia literaria y tener un autor como yo”.

También estoy segura de que a la gran agente le hubiera parecido bien ser recordada junto a una biblioteca, puesto que aseguraba que no hay placer comparable al de la lectura. Leer es poder, añadía, tomándole prestada la sentencia a su colaborado­ra Carina Pons. Además de que leer supone establecer conversaci­ón con los difuntos y escuchar con los ojos a los muertos. Las biblioteca­s nos ofrecen, mejor que ningún otro espacio, esa posibilida­d.

Si, como imaginaba Borges, es cierto que el paraíso, el cielo, es una biblioteca, estoy segura de que Carmen Balcells se siente allí a sus anchas, aunque lamente que el gran centro que ella quiso que Barcelona albergara con su archivo y el de los escritores por ella representa­dos, repleto de libros y posibilida­des culturales, llamado Barcelona Latinitati­s Patria, no haya contado con el apoyo necesario por parte de las autoridade­s.

Me parece que el día de Sant Jordi, día del Libro y de la Rosa –las flores, más especialme­nte las rosas, a ser posible amarillas, también las preferidas de Gabo, eran otra pasión de Carmen, que las regalaba a docenas–, resulta propicio para que los amigos de la agente insistamos de nuevo en que la ciudad acoja el sueño de Balcells: el gran proyecto que ella diseñó para que Barcelona se convierta de nuevo en capital mundial del libro.

La ciudad debe acoger el proyecto de Balcells para convertirs­e en capital mundial del libro

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