Aburrimiento suizo
En la precampaña destaca la práctica desaparición del contenido independentista
Cuatro veces al año, los suizos votan en referéndums, al margen de las votaciones para elegir sus representantes, casi siempre sobre cuestiones trascendentales, pero a veces más locales o pintorescas. Se les plantean unas ochenta preguntas al año llegando incluso a si quieren más vacaciones en agosto (dijeron que no) o si los ganaderos tienen que impedir que las vacas tengan cuernos.
Pensaba en la tranquila y envidiada Suiza, engañosamente retratada como un país tan plácido como su paisaje, viendo algunos de los temas de precampaña de las próximas municipales y autonómicas. Si una presidenta candidata se ha puesto o no mucho bótox en la cara, una alcaldesa haciéndose un vídeo viral con un influencer pakistaní, algunos clásicos como tranvía sí o no en Barcelona, una denuncia por el nombre de la candidatura de la pareja del presidente de la Generalitat en Pineda, los saltos de lista de los candidatos de Ciudadanos y un cacao insólito en Les Planes d’hostoles (1.600 habitantes) con una candidatura de Jxcat en descomposición y una cineasta de éxito.
Parece poca cosa ante los retos compartidos: la sequía, la falta de vivienda digna a precio aceptable, la subida de las hipotecas y los riesgos de pobreza que comporta, red ferroviaria del siglo XIX y miles de cuestiones más que deberían formar parte del debate.
Pero no es esto, que las anécdotas y los líos se coman las cuestiones relevantes, lo que me ha llamado la atención. Es la práctica desaparición del contenido independentista y las estrategias al respecto de las formaciones que defienden esta agenda. Los alcaldes de Jxcat, por ejemplo, tuvieron en el 2017 un papel relevante al pedir a Carles Puigdemont que no parara la declaración de independencia y convocara elecciones. Sentían el temor de ser superados por ERC, que era la que entonces presionaba al territorio con la consigna de las 40 monedas de plata y el objetivo de superar a sus principales competidores.
No sé qué pensar. O bien las propuestas independentistas, por sobadas e ineficaces, ya no sirven para ganar elecciones a alcalde, o bien ya se han pasado todas las pantallas y hemos empezado una partida de Supermario, el manitas.