La Vanguardia

El día de la Tierra

- Llucia Ramis

En la foto, mi madre está muy embarazada. Sonríe a cámara desde un balcón que aún existe. Era un 22 de abril, día internacio­nal de la madre Tierra. Hoy cumplo 46 años, y suelen bromear con que estaba predestina­da: por llamarme así, por haber nacido en Sant Jordi y porque escribo. Pero allí estoy también, menos de veinticuat­ro horas antes, entre el amor a esas madres y los libros, en un ecosistema protector que ahora necesita protección porque ha sido reiteradam­ente maltratado.

Cuando amas, te cuesta creer que alguien no sienta lo mismo. Poco a poco entiendes que la literatura responde a una carencia; si tuvieras suficiente con lo que te rodea, no necesitarí­as refugiarte en lo que lees y lo que escribes. Aceptas que hay gente satisfecha, o que suple el vacío de otras maneras. Sin embargo, es difícil concebir que destrocen tu entorno, tu paisaje, tu casa, esa tierra que te acunó, abrazó, alimentó, educó e hizo que fueras como eres, con el argumento de acaparar más, sin mesura ni límites.

la cultura viene de cultivar, de lograr que algo dé frutos tras trabajos y cuidados, dedicación. El consumo arrasa, agota los recursos, y lo hace mediante mentiras: el turismo es una industria limpia y sostenible, el calentamie­nto global no existe, vótanos porque somos ecologista­s, ya lloverá, el exceso es beneficio. En la política de este país, la cultura y el medio ambiente son elementos decorativo­s que se quitan de ahí cuando molestan. Quizá reciban algún premio o subvención, pero nunca se tratan como si fueran necesarios, mucho menos esenciales.

la solastalgi­a con la que Ada Castells titula su último libro en l’altra Editorial define aquella nostalgia por la pérdida de un hogar estando en el propio hogar. o lo que es lo mismo: la llamada ecoansieda­d, la angustia por no poder salvar a la tierra, a la que quieres como a una madre, la tristeza de ver cómo la destruyen, las dificultad­es para –por lo menos– minimizar el daño. Eso va acompañado de una anticipaci­ón al empeoramie­nto de la calidad de vida, y de una melancolía existencia­l, no tanto por ti como por lo que te rodea. El libro y la rosa simbolizan la cultura y el amor. Soy fruto de eso y de la tierra cuya conmemorac­ión internacio­nal se celebra el día antes. Y como el de hoy, tendría que estar presente todo el año.

En la política de este país, la cultura y el medio ambiente son elementos decorativo­s

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