Manon Rouge
Manon
Intérpretes: A. Sie**a, M. Fabiano, A. Duhamel, L. Naou*i, A. Casals, T. Bibiloni, I. Balleste*os, A. Mas-llo*ens, A. Tobella, P. A*mengol. O. y Co*o del G. T. del Liceu. Dirección musical: M. Minkowski Dirección escénica: J.massenet Lugar y fecha: Liceu (20+I,+202-.
Público satisfecho y grandes aplausos para la pareja protagonista de una Manon liceísta a lo Moulin Rouge.
La producción de Olivier Py, llena de neones y con una escenografía de movimiento lateral muy efectiva –mención al excelente trabajo de los técnicos de escenario– no acabó de convencer.
Su lectura a medio camino de lo burlesque y un music hall de extrarradio acercan más la ópera a una estética de showgirls de Las Vegas que no a un París decadente y lujurioso.
Intencionada o no, esta idea impregna una historia con aciertos (escena de Cours La Reine) con extraños experimentos de sombras chinas como en la icónica aria de Des Grieux Ah! Fuyez. Si se buscaba cinismo, el producto resultó más bien chabacano.
La dirección de Marc Minkowski navegó entre el lirismo decadente de la partitura (precioso momento el de En fermant les yeux) y una furiosa tendencia al sonido saturado que tapó a los solistas en más de una ocasión. ¿Hacía falta tener el foso más alto como si fuera una ópera barroca?
Con todo, la orquesta respondió vibrante, Minkowski es un obsesionado del ritmo y los tempi contrastados, con unas secciones esmeradas y un sonido preciso y teatral. El coro asumió su labor con auspiciante resultado.
El nombre de Victoria de los Ángeles estuvo muy presente, ya que todas las funciones de la ópera de Massenet están dedicadas a la ilustre soprano barcelonesa por el centenario de su nacimiento.
La deliciosa Manon de Nadine Sierra fue lo mejor de la ópera. La soprano de Florida comparte con la recordada Victoria candor y encanto especial. La emisión siempre dulce y comunicativa, un timbre nacarado y un gustoso fraseo hicieron de todas sus intervenciones una prueba de por qué es una de las divas actuales del orbe lírico. Agudos y sobreagudos no sonaron con toda la brillantez deseada pero en su dúo de Sant Sulpice estuvo espléndida así como en su muerte, de delicado lirismo.
Michael Fabiano, por su parte, fue un Des Grieux entregado, de emisión más dura y agudos de colocación característica, con una complicidad más fraternal que concupiscente con Sierra.
Resto del reparto de solvente corrección, donde llamó la atención la sobria autoridad teatral de Laurent Naouri como Conde des Grieux y la comicidad astracanada del Guillot de Monfontaine de Albert Casals.c