La Vanguardia

Divididos en casi todo

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Es evidente que hay algunos temas que prevalecen sobre otros, desde los más antiguos, como el control y regulación de las armas de fuego, hasta los más recientes, como la victoria absurdamen­te discutida de Joe Biden en las últimas elecciones presidenci­ales, pero hay muchas más cuestiones en las que los estadounid­enses difieren radicalmen­te entre ellos y de manera cada vez más nítida y desaforada.

Son las llamadas cultural wars, concepto para el que la traducción literal al castellano, guerras culturales, se queda corto, ya que reflejan concepcion­es diametralm­ente opuestas acerca del presente y del futuro de un país cada vez más polarizado. Hasta el pasado se cuestiona, de manera que nunca ha sido más apropiada la famosa cita de William Faulkner de que “el pasado nunca muere, ya no es incluso el pasado”.

Sin el menor ánimo exhaustivo, las cuestiones que dividen profundame­nte a los ciudadanos de los estados llamados azules (demócratas) y rojos (republican­os), a jueces, senadores y congresist­as y a los medios de comunicaci­ón y redes sociales, son, aparte de las ya citadas en torno a la regulación de la adquisició­n de armas de fuego y de la normativa electoral, las siguientes: la interrupci­ón del embarazo; el matrimonio entre personas del mismo sexo; el cambio climático; la descarboni­zación y las restriccio­nes a la fracturaci­ón hidráulica (fracking); la inmigració­n y la política en relación con los refugiados políticos (asilados) y económicos (indigentes); la actuación de la policía y de las fuerzas del orden en la represión de la criminalid­ad; los derechos del colectivo LGBTI; el sistema sanitario; las enseñanzas en las escuelas, particular­mente en materia de educación sexual y pasado racial; la política de vacunacion­es y las consecuenc­ias de la covid (que ha causado en Estados Unidos más de un millón de muertos); cómo combatir la extrema pobreza y la proliferac­ión de las personas sin hogar en las grandes urbes; cómo aliviar la estratosfé­rica deuda acumulada por los estudiante­s y sus familias para financiar su educación universita­ria; qué papel deben desarrolla­r los sindicatos en la sociedad postindust­rial; qué papel debe desempeñar Estados Unidos en la guerra entre Rusia y Ucrania, o qué hacer ante la amenaza china al liderazgo mundial norteameri­cano, especialme­nte si se produce una intervenci­ón armada en Taiwán.

Se dirá que muchos de estos diespiral

Trump apostó por la polarizaci­ón, pero ni Obama ni Biden han sido capaces de mejorar el consenso

lemas son compartido­s o sufridos por la práctica totalidad de las democracia­s occidental­es, lo que es evidente, pero con toda seguridad no se viven con el encono y la radicalida­d con que se experiment­an en Estados Unidos. Sí es cierto que hay un problema singularme­nte autóctono, que es el de la falta de una regulación federal en la adquisició­n y propiedad de las armas de fuego. Hay ciertament­e otros países muy inseguros en ese sentido, como Brasil, México o diversas repúblicas centroamer­icanas, pero la en la que parece haber entrado la gran potencia norteameri­cana reviste caracterís­ticas especialme­nte trágicas; con cada nueva masacre, los propios defensores de la no regulación temen que un día se produzcan finalmente restriccio­nes legales, por lo que su reacción primaria es dotarse de más numerosa y más mortífera artillería, algo que genera un círculo vicioso cada vez más intratable.

En definitiva, hacen falta unos poderes públicos, especialme­nte en la esfera ejecutiva y legislativ­a, que propicien un mayor consenso, o al menos una cierta tregua. De los últimos tres presidente­s, Donald Trump actuó en la dirección opuesta, apostando activament­e por polarizar más al país, pero ni su antecesor, Barak Obama, ni su sucesor, Joe Biden, han sido capaces de avanzar en el camino de la concordia. God bless America.

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