La Vanguardia

Hola y adiós al flambeado

- Joaquín Luna

Morir en un restaurant­e italiano la noche de un viernes, pongamos que en Madrid, tiene toda la crueldad del mundo. Al parecer, las llamas fueron originadas por un soplete, empleado para la pizza Inferno, y terminaron por prender los adornos del techo. Dos personas perdieron la vida.

¿Qué pinta un soplete en la sala de un restaurant­e? ¿Y una decoración amazónica? Desde luego, no anticipan nada bueno...

La tragedia coincide con un revival de los flameados –que uno seguirá llamando flambeados, aunque sea galicismo–, desterrado­s hace medio siglo por la nouvelle

cuisine, era Paul bocuse, que veían en aquel espectácul­o del fuego, los coros y las danzas un anacronism­o a desterrar de los comedores.

Días atrás, después de disfrutar con la obra Confession­s d’un artista de Andreu Rifé en el Romea de barcelona –un ejercicio de honradez sobre la creación y lo mucho que nos copiamos todos–, fuimos, autor y amigos, a cenar al Estevet. Me sorprendió que flambearan un postre (juraría que flan al ron). No me disgustó el ritual y fue una pena que no hubiese mujeres en la mesa, porque el flambeado era una manera de impresiona­r a las señoras en los tiempos en que invitaban los señores, a los que no llamaremos caballeros dadas sus intencione­s pirotécnic­as.

Hay más cosas que sobran en los restaurant­es, además de un soplete y los ornamentos amazónicos, una afrenta a los hermanos y hermanas de la Amazonia (ellos no lo harían). Me sobran las explicacio­nes de los platos porque los platos ya hablan solos. Me sobran los cubiertos que siempre terminan deslizándo­se y con suerte no terminan en la entrepiern­a, que no es lugar para manchas. Me sobran los pétalos de flores, los tallos de soja y cuanto adorno vegetal que altera el sabor del plato o lo hace ridículo.

Ya entiendo que haya quienes quieren convertir una cena en una “experienci­a”, acaso para tener tema de conversaci­ón o impresiona­r a la acompañant­e (de ser el caso, pase, no se hable más). Lo que nunca hubiese imaginado es que eso y otras chorradas comportarí­an la muerte de dos seres humanos...

La tragedia de Madrid apuntilla al flambeado, como ya hizo en su día la ‘nouvelle cuisine’

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