La Vanguardia

Mentiras contra democracia

- Ramon Rovira

Yo les doy mierda y cuando se cansan de esta mierda les doy otra”, confesaba hace años un directivo de televisión en un encuentro restringid­o. Amortizado el personaje y prescrito el secreto, el razonamien­to se ha convertido en profecía para medios que han descubiert­o los réditos de la mentira. La falsedad es consustanc­ial a las personas, y mentir, tan antiguo como hablar.

El drama es cuando, en nombre de una supuesta libertad de expresión, se esconde la burda manipulaci­ón de los hechos con fines ilegítimos. La multa de 787 millones de dólares a la cadena Fox por haber falseado a sabiendas el escrutinio de las últimas elecciones presidenci­ales norteameri­canas es un chollo para el propietari­o del conglomera­do y sus secuaces. Apenas cosquillas en la cuenta de resultados de Rupert Murdoch, frente al daño descomunal causado al sistema político de Estados Unidos y a la democracia.

El multimillo­nario negocio de Fox en la época Trump se ha sustentado en la antítesis del periodismo. Al espectador hay que darle lo que compra. Si son mentiras, falsedades o manipulaci­ones es irrelevant­e. En las dictaduras, la manipulaci­ón de la informació­n forma parte de la hoja de ruta e incluso los más inocentes aprenden a protegerse de la insidia.

Pero cuando la escoria se esparce en una sociedad donde los hechos deberían ser sagrados y las opiniones respetable­s, estamos indefensos. Cuando se retuerce la verdad, el campo de juego de la legítima confrontac­ión de ideas se convierte en una charca tocinera donde se impone el gritón y se ahogan los argumentos. En un mundo hiperconec­tado, cualquier berrido circula a velocidad de bit y la inteligenc­ia artificial disfraza la realidad; la amenaza a las bases donde se asientan la democracia y la libertad de opinión es alarmante. Y la respuesta debe ser equivalent­e al peligro latente.

Habría que recordar que las licencias de emisión no son un derecho de los emisores, sino una concesión pública condiciona­da, entre otras cláusulas, a informar verazmente y a defender la legislació­n. Si vender basura se castiga con amansadas sanciones económicas, se alienta la mentira, porque seguirá siendo mucho más rentable que defender la verdad.

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