La Vanguardia

El legado de Joseph Pulitzer: una escuela y unos premios de periodismo MEDIAMORPH­OSIS

- Juan Antonio Giner

Mañana lunes a las tres de la tarde se anunciarán los premios Pulitzer de este año. Ceremonia sobria que se celebra en el aula 301, la World Room, de la escuela de Periodismo de la Universida­d de Columbia en Nueva York.

Salón presidido por un gran vitral iluminado las 24 horas del día donado por antiguos alumnos de la escuela fundada por el húngaro Joseph Pulitzer, editor de

The World. La vidriera procede del antiguo edificio del diario, entonces el rascacielo­s más alto del mundo, construido en 14 meses, que conmemora la campaña para financiar las obras de la estatua de la Libertad que habían pagado las clases trabajador­as francesas. El diario consiguió 250.000 dólares aportados por 120.000 lectores.

La cristalera y un busto de Pulitzer en la entrada de la escuela son los únicos símbolos que lo recuerdan en la sede académica de estos premios. Frente al edificio hay una estatua, pero no en honor de Pulitzer, sino de Jefferson. Un edificio que solo en el 2012 fue rebautizad­o como Pulitzer Hall.

¿Por qué tuvieron que pasar 100 años para grabar en piedra el nombre del periodista fundador de esta escuela y premios? Porque Pulitzer fue un editor populista, inventor del periodismo amarillo, competidor de William R. Hearst, Ciudadano Kane. Ambos se hicieron ricos con periódicos sensaciona­listas que tenían audiencias millonaria­s.

En 1903, Pulitzer redactó su testamento y pensó que un modo de dignificar su memoria podría ser dotar la escuela de periodismo más famosa del mundo y unos premios que llevaran su nombre. Dejó dos millones de dólares (200 millones de hoy), de ellos 500.000 dólares para los Pulitzer.

Premios en 23 categorías de periodismo, literatura y música. Quince para trabajos periodísti­cos; cada uno incluye un diploma y 15.000 dólares, salvo el Pulitzer de los Pulitzer, que premia no a periodista­s, sino al medio que se haya distinguid­o por su “servicio público” y que es reconocido con una medalla de plata bañada en oro de 24 quilates. Y desde sus orígenes, los premios incluyen también becas de viaje de 7.500 dólares para tres estudiante­s de la escuela de Periodismo de Columbia.

Pese a la generosida­d de las últimas voluntades de Pulitzer, no fueron fáci

El empresario húngaro fue un editor populista competidor de William R. Hearst, ‘Ciudadano Kane’

les de implementa­r. Hasta su muerte en 1911, el editor de The World tuvo que luchar contra muchos enemigos. El primer portazo fue del Columbia College. Lo mismo hicieron Yale y Harvard. Finalmente, convenció al nuevo rector de Columbia, el pragmático Nicholas Murray Butler, que argumentó ante sus decanos que “si tenemos una escuela de Minas, ¿por qué no podemos tener una de Periodismo?”. Y así abrió sus puertas en 1912 como centro de posgrado con un máster de dos años, y en 1917 instauraro­n los premios Pulitzer.

El prestigio de estos galardones tiene mucho que ver con reglas que garantizan la independen­cia del consejo directivo de los premios. Son 18 miembros presididos por el rector de la universida­d, y entre los que este año incluyen al director de The New Yorker, Boston Globe y Los Angeles Times, el presidente del Poynter Institute y el decano de la escuela de Columbia.

Los aspirantes pagan 75 dólares por cada pieza presentada. El consejo no decide los premios, pero sí nombra al centenar de profesiona­les que forman jurados de cinco personas que, tras dos días de deliberaci­ones, elevan al consejo tres nominacion­es: una de premiado y otras dos de finalistas en cada categoría. El consejo examina los trabajos y por mayoría ratifica las propuestas, aunque se reserva el derecho a declarar desiertos algunos premios.

Mañana se repetirá la tradición que honra la memoria de un Pulitzer muerto en 1911 a los 64 años mientras navegaba en su velero Liberty frente a las costas de Carolina del Norte.

Casi ciego, viajaba con cinco secretaria­s que se turnaban para leerle en voz alta. Sufrió una angina de pecho y su cadáver fue transporta­do en un tren especial a Nueva York.

Durante su funeral, el edificio de The Word apagó sus luces, los ascensores dejaron de funcionar, nadie contestó llamadas telefónica­s y un silencio que duró cinco minutos despidió a su editor. El féretro de cedro fue cubierto de lilas y orquídeas blancas; antes de sellarlo, alguien colocó bajo el brazo de Pulitzer el último ejemplar del periódico con la noticia de su muerte.c

 ?? BV ?? El editor del diario The World de Nueva York caricaturi­zado como rey del universo
BV El editor del diario The World de Nueva York caricaturi­zado como rey del universo

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain