La Vanguardia

Las negras profecías económicas de Feijóo

En su cena con los fiscales, Alberto Núñez Feijóo afirmó que la crisis de la deuda pública española está en marcha y que no quedaba otra que aplicar recortes. Aunque pareció dar a entender que les tocaría a los socialista­s. ¿Está en lo cierto?

- Manel Pérez

La economía sigue siendo una asignatura compleja para Alberto Núñez Feijóo, el presidente del PP y firme candidato a la presidenci­a del Gobierno en las próximas elecciones generales a celebrar a finales de este año. Un nuevo ejemplo de eso se produjo con ocasión de la reunión con los fiscales conservado­res celebrada el pasado 18 de abril. Según El País, diario que publicó el contenido de lo hablado durante la cena que el líder de la oposición compartió con los fiscales conservado­res, el político explicó a los altos funcionari­os de justicia que “hay una crisis económica enorme. Estamos en la última fiesta, pero Europa no va a poner reglas fiscales hasta el 2024 y van a dar cinco años para los ajustes”.

Esta dramática profecía se sustentaba en que “tenemos una deuda del 110% del producto interior bruto (PIB) (lo que la economía de un país produce en un año) y tenemos que bajar al 60%. Me da miedo solo de pensarlo”, aseguró Feijóo. Conclusión, “me río yo de la bajada de sueldo a los fiscales del 9%”, en referencia al recorte de salarios a los funcionari­os aplicado en el 2010 por el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Los fiscales corrigiero­n a Feijóo señalando que el tijeretazo fue del 11%.

Tal vez fuera por encontrars­e cómodo con un auditorio que le miraba con simpatía, pero la verdad es que las palabras del político gallego delataban una extraña distancia con el ejercicio de las tareas de gobierno que se podría interpreta­r como falta de convicción o poca fe en su victoria electoral. ¿Un desliz psicológic­o? Las frases reproducid­as por el diario madrileño desvelan un Feijóo que parece pensar que las duras medidas económicas que se tendrían que aplicar serían tarea de otro, un tercero. ¿Un gobierno de Pedro Sánchez después de las elecciones? De lo contrario, no se entiende la frivolidad de sus augurios.

La idea de que la economía española está a las puertas de una dura crisis de envergadur­a en el futuro inmediato es la banda sonora recurrente en el PP y sus ámbitos de influencia. Vaticinio que se sustenta en gran parte en el aumento del coste de la deuda pública como consecuenc­ia de las subidas de tipos de interés aplicadas por el Banco Central Europeo (BCE). ¿Pero qué hay de cierto y qué de alarma interesada en el pronóstico?. ¿Hasta qué punto Feijóo recurre a la clásica

matraca de que sus rivales son unos manirrotos?

Es verdad que ese 110% de deuda pública se compara muy desfavorab­lemente con el 102% del 2017, el último año completo del gobierno del PP, el de Mariano Rajoy. No es una distancia menor, se trata de 347.000 millones de euros adicionale­s, aunque bastante más de la mitad se debe consignar al plan de respuesta a la pandemia, como ocurrió en el resto de los países.

Cuál sea la causa, ese crecimient­o es un problema para cualquiera. Pero lo cierto es que la tendencia relativa en el caso español es de claro descenso, de casi 10

puntos del PIB en poco más de dos años, gracias al crecimient­o y a las medidas europeas y españolas de estímulos.

Pero el volumen de deuda en sí mismo no es el único indicador para saber si se avecinan problemas. Tanto o más importante es su coste, la cantidad de intereses que genera. Y la verdad es que con Rajoy, en el año referido, se pagaron más que en el último cerrado con Sánchez, el 2022. Con el agravante de que en términos relativos, de peso sobre el PIB, en la época popular fue aún mayor.

Se podría argüir que ahora ese coste seguirá al alza, hasta acabar siendo un grave problema, pues Christine Lagarde,la presidenta del BCE, dejó claro el jueves que de momento no estudia bajadas. Es el argumento de Feijóo y los suyos. Pero es evidente que ya no queda mucho recorrido al alza de los tipos de interés. La francesa explicó en su última comparecen­cia que ahora se impone conocer los datos de la realidad económica y no trabajar con un esquema previo.

Esto, por varias causas: la inestabili­dad financiera; la evidencia de que la actividad económica ya se está viendo afectada con una pronunciad­a caída de la demanda y concesión de créditos, y que los factores globales que han empujado la inflación están perdiendo fuerza, como en el caso de la energía.

Pero, sobre todo, porque tras lo sucedido en la crisis del 2008 y el giro de Mario Draghi, el antecesor de Lagarde, la cultura política del BCE ya incorpora que, aunque no figure formalment­e en su mandato, la cohesión económica de la eurozona está en sus manos, forma parte de sus obligacion­es y no existe ninguna otra institució­n en la Unión Europea que pueda tomar el testigo. Y desde esa perspectiv­a, seguir con el anterior ritmo de subidas de tipos de interés agresivas sería una apuesta de alto riesgo. Entre la inflación y la superviven­cia del euro, la elección está clara. Esto no es una garantía absoluta ante futuras crisis económicas, al fin y al cabo. Contra lo que muchos piensan, la economía no es un mundo estable, está en permanente agitación. Pero la simple lectura de los datos sin atender a esta dimensión política de los problemas conduce al error.

Igual que el BCE, también en Bruselas han tomado buena nota y proponen unas nuevas reglas fiscales que compaginen en teoría la referencia del techo de deuda del 60%, claramente simbólica y prácticame­nte inalcanzab­le para los estados del sur de Europa, con un plan negociado de reducción que no desestabil­ice sus finanzas públicas. Sin pensar que eso es sinónimo de manga ancha para todo, sería otra grave equivocaci­ón pensar que los cambios se hacen para imponer más rigor y austeridad que con el sistema anterior. A nadie le interesa abrir una nueva gran crisis político-económica en Europa. Si esta se produce, será porque no se ha podido evitar. Veremos si los negros augurios de Feijóo, que parten de la idea de que la crisis ya está aquí, se cumplen o se quedan en un simple calentón de precampaña.

En el 2017, último año completo de Rajoy, el Estado pagó más intereses de la deuda que en el 2022

Una crisis de la deuda pública parece poco probable: el BCE ya se está tentando la ropa

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Feijóo y Sánchez, durante un debate en el Senado
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