El trauma de perder a una madre
Expertos y afectadas explican por qué el adiós a quien nos dio la vida suele ser más complicado que al padre
Domingo 7 de mayo, el día de la Madre, el mismo día, pero de 1983, en el que falleció Rosina, madre de Mireia y Gisela Rosell, cuando ellas tenían 14 y 11 años; y su hermano, 13. “Murió de cáncer de pulmón. Todo fue muy rápido”, explica Gisela. Una tarde, fueron a despedirse de ella a la clínica: “Y, al día siguiente, ya no estaba”. La familia, dice, se quedó en shock. “Y en casa nunca se habló del tema”. Mireia tampoco olvida la conmoción de aquella muerte: “Crecí intentando no pensar en lo sucedido, pero nos quedamos con el trauma de haber perdido a una madre maravillosa”.
La actriz Nuria Gago también perdió a su madre precozmente: “Sufrió un cáncer de pecho y murió con 38 años. Yo estaba a punto de cumplir los 12”, explica. “Se llamaba Isabel y, pese a que tengo una excelente memoria, soy incapaz de recordar ni la fecha de su muerte ni de su cumpleaños”. Si algo recuerda bien es el impacto de la pérdida: “Una amputación. La infancia se acaba”.
Quienes han perdido precozmente a su madre tienen un profundo sentido de injusticia y de entrar en tierra ignota. Se avanza “desprotegida por la vida”, escribe el psiquiatra Luis Rojas Marcos, uno de los pocos que han investigado esta realidad. En su libro Antídotos de la nostalgia señala que solo en EE.UU., en 1997, casi un millón de niñas vivían en hogares sin madre. La pandemia ha incrementado estas estadísticas: en el 2021, The Lancet estimaba que en todo el mundo había al menos 3,3 millones de menores a los que la covid dejó sin progenitores.
Pero, como señala Rojas Marcos, aunque la muerte del padre es traumática, no inspira “tanto estremecimiento” como la de la madre. Un hecho casi tabú, pero no solo a nivel social: es llamativa la falta de publicaciones sobre el tema. “No hay mucha bibliografía, es verdad”, dice el doctor Rojas Marcos, vía Zoom, desde Nueva York. “Es algo de lo que no nos gusta hablar. Aunque también hay temas que no nos gustan y se estudian”, reflexiona.
Este psiquiatra cree que en la historia, trufada de conflictos, se ha aceptado más la pérdida del padre: “Mientras que la de la madre, sobre todo cuando los hijos son todavía pequeños, es menos aceptable”. Y aunque es también muy traumática para los varones, en el caso de las hijas, este sentimiento se acentúa “porque se identifican con su madre a niveles muy naturales, físicos y emocionales, y la pérdida les crea un vacío”.
Un vacío que también siente Queta Xampeny, cuya madre, Blanca Haendler, falleció cuando ella tenía 11 años y su hermana, 6. “Murió en una semana, con 41 años. Tenía una energía desbordante, pero tuvo un trombo”. Queta también ha experimentado la sensación de injusticia y el silencio, pero ha procurado hablar mucho de su madre: “Creo que si lo hago, dentro de mí no está muerta”. Recordarla es una forma de hacer las paces con el pasado.
La maternidad es otra forma de reconciliarse con esta pérdida, aunque, en un principio, como señala Rojas Marcos, la acentúa. Las hijas sin madre, señala, aprenden a ser madres por su cuenta, aunque tienen esa figura muy presente. Una figura que se idealiza, como también existe un impulso “casi incontrolable”, dice, de contar una pérdida que se convierte en parte de una misma.
Crecer sin madre, aseguran las entrevistadas, no es fácil. “Te obligas a cuidarte, porque nadie se hace cargo de la parte emocional”, dice Nuria Gago, que apunta que, afortunadamente, hoy habría atención profesional. “Es muy duro no tenerla cuando te pasan tantas cosas en tu mente y cuerpo”, coincide Mireia Rosell. Su hermana Gisela menciona “la inseguridad brutal, por no tenerla a nuestro lado” que, a veces, aún le asalta. Rojas Marcos señala el peligro de transformar la muerte de la madre “en una obsesión” que puede afectar a la autoestima.
Pero este especialista hace hincapié en “que la mayoría de las hijas sin madre superan esa pérdida”. Descubrió que “hay muchas mujeres célebres que son hijas sin madre”. La lista incluye a Jane Fonda, Eleanor Roosevelt, Marie Curie, Madonna y Virginia Woolf. Todas perdieron a sus madres durante la infancia o la adolescencia. ¿Casualidad o causalidad? Rojas Marcos no duda: “En esa lucha precoz por superar la pérdida, estas mujeres descubren que el miedo no funciona y localizan su centro de control. Y esto es un paso muy importante a la hora de vivir, luchar y superar las barreras”.
“Quedarnos sin madre nos hace sentirnos muy desprotegidos”, dice Luis Rojas Marcos