La fuerza del dinero
MARTIN AMIS Escritor (1949-2023)
Aunque no ha sido el narrador más premiado ni el más elogiado por la crítica, Martin Amis es sin duda el que mejor simboliza los notables cambios que experimentó la narrativa británica a partir de los años ochenta. De entrada, porque se adelantó a todos los demás con The Rachel papers, que en inglés se publicó en 1974 (El libro de Raquel, 1985) y ya anunciaba el terremoto que iba a llegar. Pero también porque Money. A suicide no te( Dinero, 1988) supuso, cuando apareció en 1984, el libro más sonoro de lo que pronto terminó siendo uno de los periodos más brillantes de un siglo de narrativa británica. Un movimiento del que forman parte, junto a él, escritores tan dispares como Ian Mcewan, Salman Rushdie, Julian Barnes y unos cuantos más.
En Amis destacó siempre su capacidad para hurgar dentro de su personalidad y sacar lo más ridículo, desagradable, perverso y lúcido del ser humano, pues su obra es un tremendo y malvado autorretrato. Su maestro no era Kingsley Amis, su padre, sino Vladimir Nabokov.
Aunque Mcewan ha escrito novelas mejor organizadas narrativamente, nunca ha llegado tan al meollo mismo de la desdicha humana como Amis, el salvaje y anárquico novelista capaz de sostener historias de cuatrocientas páginas gracias al solo milagro de la voz del narrador, pues esa es la proeza que consiguió con Dinero. Ninguna prosa como la suya.
Precisamente, el papel del dinero en las sociedades contemporáneas es el asunto que tratan algunas grandes novelas de nuestro tiempo, las que están llamadas a sobrevivir. La de Amis fue la primera. Las correcciones, de Franzen, sigue esa línea.
Además de Tren nocturno, Campos de Londres, La flecha del tiempo… y unas cuantas novelas más, el enorme talento de Amis brilla también en sus textos para Vanity Fair recogidos en El infierno imbécil. Un libro tan inencontrable como brillante, muy en especial su relato de cómo le resultó finalmente imposible entrevistar a Brian de Palma, un retrato del megalómano director de cine, interesado como él en la mezcla explosiva del sexo y el dinero.
Descubrí a Amis leyendo en las oficinas de Anagrama el mítico Granta de 1983 en el que Bill Bufford lanzó a la nueva generación de escritores británicos. Hice una lista breve y luego leí y escribí informes para Herralde. Y acabé traduciendo algunas novelas. Firmé con uno de mis pseudónimos (Antonio Mauri) El libro de Rachel ,y Dinero con mi nombre. Y llevé la campaña de entrevistas de Amis en España, a veces haciéndole de intérprete. Nos caímos bien. Años más tarde nos vimos en Chelsea, cuando yo ejercía un cargo de alto ejecutivo editorial. De entrada se fijó en que la calidad de la ropa que yo vestía olía mucho más a dinero que la que llevaba en los ochenta.
Amis llega al meollo mismo de la desdicha humana, como demuestra en su novela ‘Dinero’
El original de Money era tan brillante como muy difícil de traducir. Me resistí todo un año a emprender una tarea así, pero Herralde decidió reservármela y finalmente cedí. La novela no tenía trama, pero partía de unos hechos vividos por él. Había sido contratado para escribir, a partir de un relato de John Barry, el guion de la película Saturno 3, y estuvo presente durante el rodaje de esta producción británica filmada en Hollywood por Stanley
Donen. Luego, Amis transformó esa experiencia en la historia que cuenta John Self, el protagonista de Dinero.
Dan Franklin, editor de Random House en el Reino Unido, me contó un día en su despacho que Amis le echó las culpas a él por el éxito de Mcewan, que estaba ganando más dinero que todos los demás narradores de su generación juntos.