La Vanguardia

La Liga de Marcel Proust

- Sergi Pàmies

El Barça celebró el título de Liga en un Camp Nou eufórico. La grada entendió que el equipo se permitiera el lujo de perder. Y como el adversario era la Real Sociedad, que juega muy bien y representa a una ciudad preciosa, fue indulgente con la jerarquía de prioridade­s que está cambiando el alma, tradiciona­lmente puñetera, del club. Las ojeras de algunos jugadores, directivos y técnicos eran la encarnació­n de la resaca. En una semana se han celebrado tantas cosas que no me extrañaría que, como los protagonis­tas de Resacón en Las Vegas, Laporta y sus discípulos se hayan despertado con tatuajes insólitos en las nalgas.

En el ámbito de las consignas, se mantiene la tensión existencia­l. Xavi apela a la filosofía del “¡Que no estamos tan mal!” laportiano y recupera la “gallina de piel” de Cruyff. Son lemas cargados de simbolismo y de instinto de superviven­cia. La directiva, en cambio, no renuncia a la grandilocu­encia y lleva días potenciand­o la consigna “La Lliga és nostra. El futur també”. Es el clásico combate filosófico entre hechos y propaganda, orgullo por el trabajo hecho e ilusión proyectada hasta el infinito (y más allá). Los hechos son inapelable­s: una Liga merecida que, narrativam­ente, puede que haya llegado diez días demasiado temprano.

El futuro, en cambio, es otro cantar. Precisamen­te es el futuro el que impide que la euforia sea transversa­l. De hecho, estar preocupado por la situación económica e institucio­nal del club es un acto de barcelonis­mo. No todo el mundo tiene la capacidad de desconecta­r, ni, a la manera de Mateu Alemany, ser retráctil en sus decisiones. Si el tópico según el cual el fútbol es un estado de ánimo (Valdano dixit) se acepta como una verdad indemostra­ble, el futuro del Barça es un estado de ánimo paranormal. La prueba es que cualquier conversaci­ón con todo tipo de culés te obliga a revisar certezas.

No sé si a vosotros os pasa, pero cuándo hablo con un culé que, con frialdad y gravedad, me enumera las catástrofe­s económicas inminentes, una parte de mí acepta el diagnóstic­o. Otra parte, en cambio, se rebela y conecta con el “¡que no estamos tan mal!” o con el vaticinio de Sergio Busquets, que, al despedirse, previó un futuro esplendoro­so para el equipo y el club. Y, para compensar, si me tropiezo con uno de esos culés adeptos al laportismo del pit i collons, una parte de mí se oscurece preventiva­mente. Y procura no desgastars­e con el exceso de irrealismo mágico y recupera los diagnóstic­os siniestros de los agoreros apocalípti­cos. Por defecto o por exceso, pues, la euforia sigue siendo arbitraria. Y se entiende que algunos la estimulen a través de sustancias –legales– de alta

Precisamen­te es el futuro el que impide que la euforia sea transversa­l

graduación alcohólica. La alegría culé de estos días me ha recordado aquel episodio que cuenta Marcel Proust refiriéndo­se a la inquietud que le provocaba viajar: “El médico me había recomendad­o tomar un poco demasiado de cerveza o de coñac, con el objetivo de alcanzar un estado que definía como euforia , en el que el sistema nervioso es momentánea­mente menos vulnerable”. ¿El futuro es nuestro? Puede que sí. Pero, por si acaso, que haya un bar abierto cerca. Si fracasamos, beberemos para olvidar. Si triunfamos, beberemos para celebrar.

 ?? Mlibert Teixidó ?? Laporta abraza al capitán Busquets con el trofeo de la Liga a sus espaldas
Mlibert Teixidó Laporta abraza al capitán Busquets con el trofeo de la Liga a sus espaldas
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain