La Vanguardia

Rajar de “la Colau”

- Begoña Gómez Urzaiz

Una vez escribí por aquí sobre el odio que recibe Ada Colau, que, creo, tiene menos que ver con su gestión y sus propuestas políticas y más con sus orígenes, su género, su forma de hablar y hasta su pelo. Los mensajes que recibí a raíz de ese artículo me sorprendie­ron, porque a) eran de agradecimi­ento (no esperaba eso) y b) provenían de personas a las que yo tenía por poquísimo sospechosa­s de votar a Ada Colau, pero que también estaban incómodas con ese rechazo estomacal, bilioso, hacia la alcaldesa.

Han pasado casi un par de años de eso y el fenómeno no ha cesado sino que ha crecido, y pase lo que pase con la alcaldesa el 28 de mayo, creo que alguien tendría que analizar en qué momento se normalizó, por ejemplo, que un oponente se refiera a la alcaldesa con el epíteto de “la Colau”, como ha hecho repetidame­nte Xavier Trias en la campaña –no así Collboni, ni Ernest Maragall, que yo sepa–.

Lo que me sigue llamando la atención es lo normalizad­o que está insultar a Ada Colau en público, en espacios de poca confianza, que sea un tema que muchos consideran lo suficiente­mente genérico como para hablarlo en espacios neutros, como el tiempo o la sequía.

Me pasó hace poco en una clase de pilates, en la que la profesora creyó que era buena idea empezar la sesión llamando “zorra” a Ada Colau y a otra de las asistentes en mallas le pareció muy gracioso. Y un día después, en el autobús número 6 de TMB, que ahora da un rodeo antes de meterse en la Diagonal desde el paseo Sant Joan por las obras del tranvía. Cuando una pasajera se mostró confundida al respecto, otro de los presentes, un señor de unos 70 años, le señaló un cartel electoral y le dijo: “Culpa de Ada Colau, que ha destrozado Barcelona”.

Asistí a otro diálogo muy similar al día siguiente en la farmacia. Mientras me envolvía los gelocatile­s, la farmacéuti­ca habló con otra clienta de “la Colau” con el tono que una reserva para rajar con alguien muy cercano de una cuñada insidiosa. Todo eso pasó, claro, la misma semana en la que algunas decenas (tampoco estaban como para cortar la Diagonal, la verdad) se pasearon por la Bonanova al grito de “puta Ada Colau”. Lo normal, ¿no?c

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