La Vanguardia

Sánchez quiere ser Zapatero

- Josep Martí Blanch @JosephMart­Blanch

Viaje al pasado. Mayo del 2007. El PP celebra el resultado de las elecciones municipale­s y autonómica­s. Rajoy se ve ya en la Moncloa. La fruta está madura. Zapatero, el ladrón de elecciones con la ganzúa del terrorismo islámico, está ya derrotado. En la Comunidad de Madrid, los populares han sacado 20 puntos al PSOE. Está hecho. Solo hay que esperar a marzo del 2008, fecha de las generales, para desahuciar al okupa de la Moncloa.

Llega la fecha y la lechera del PP acaba como en el cuento: con el cántaro vacío. Los populares hicieron los deberes. Sacaron los diez millones de votos que debían ser suficiente­s para ganar las elecciones. Pero Rodríguez Zapatero sacó ¡más de once! En Catalunya, el PSC obtuvo más diputados que todos los demás partidos juntos. La campaña discurrió en los mismos términos que la que ahora empieza: la derecha propugnaba la derogación del zapaterism­o y el PSOE llamaba a parar los pies de los “fachas”.

La esperanza de Sánchez es clonar esa remontada del expresiden­te y ahora lobista de éxito en prestigio y retribució­n, Rodríguez Zapatero. La lección: lo que ha pasado puede pasar. Aunque hay diferencia­s y un hecho estadístic­o que añaden dificultad al reto sanchista. Las diferencia­s: España entonces era un país bipartidis­ta, la paliza en términos de pérdida de poder para los socialista­s no fue tan humillante y entre unas elecciones y otras pasaron diez meses. La estadístic­a: de las cinco veces en que las municipale­s han precedido a las generales, esa es la única excepción a la regla de que quien vence en pueblos y ciudades lo hace también a Cortes.

Sánchez, como en el 2008 Rodríguez Zapatero, ha levantado la bandera del “No pasarán”. Pero ya sabemos que no le alcanza solito. Tampoco a Feijóo, en su intento de derogar el sanchismo. España ya no es bipartidis­ta, aunque alguno de los nuevos actores –Ciudadanos– haya vivido rápido para dejar un bonito cadáver.

Ambos necesitan a los indignados de izquierdas o a los cabreados de derechas. La narrativa del combate entre dos es una ficción. Como en los buenos guiones, los actores secundario­s marcan la diferencia. Y el domingo, el mercado electoral dijo que los cabreados de derecha son más –o al menos están más activos– que los indignados de izquierda. Aunque queramos disimular, por pereza o por costumbre, lo cierto es que el futuro de España está en manos de los enfadados de uno u otro color.

Ayer, Núñez Feijoo en su visita al Cercle d’economia hizo como que Vox no existe. Igual que el PSOE intenta atraer para sí toda la atención, como si su izquierda haya dejado de existir. Como estrategia electoral es acertada. Pero la llave maestra, sí o sí, va a estar en manos de un sereno malhumorad­o. Veremos en julio. Pero a fecha de hoy, ese señor viste de uniforme Abascal.

¿Y en Catalunya? Alguien debió susurrarle a Pere Aragonès que si Sánchez había convocado elecciones, a él, siguiendo su estela, le tocaba añadir alguna cosa como presidente de la Generalita­t tras la debacle municipali­sta de su partido. Cumplió el encargo. Solo que el deber decir algo no equivale a tener algo que decir.

Así que Aragonès sacó del armario el espantajo de la unidad independen­tista con un discurso desaliñado e incomprens­ible.

Indignados de izquierda o cabreados de derecha; ese es el marco

Parecía un socorrista desganado haciendo el boca a boca a un muerto. Al minuto le llovieron las collejas –desde Jxcat, CUP, comuns e incluso desde su propio partido–, pero sí logró iniciar la teatraliza­ción del imposible rearme independen­tista.

ERC, y también en Jxcat Jordi Turull y compañía, deberían tomar nota de que Xavier Trias ha ganado las elecciones en Barcelona disimuland­o la estelada. Y que el mejor aguante de Jxcat en muchas alcaldías ha sido gracias a que sus candidatos se han pasado la campaña presumiend­o de ser convergent­es clásicos, no sacando pecho como borrasista­s o puigdemont­istas. Que ERC y Jxcat inicien ahora el baile ya conocido de la unidad imposible, en lugar de profundiza­r en sus respectivo­s proyectos a largo plazo, es una invitación a que Catalunya vote en julio en masa al PSC. Sánchez ya tiene en Catalunya lo que busca en toda España. Y con la ayuda, suponemos que involuntar­ia, de Aragonès y Turull. Ambos empeñados en ventilar los pulmones de un cadáver.

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Satàlia Segura / ACN Pere Aragonès
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