¿Por qué Trump sí y Biden no?
La acusación al expresidente por los documentos es un reto a la estabilidad del país
Su estilo ya es hoy más que conocido. Donald Trump solo concibe la política como una confrontación con el enemigo.
Cuando irrumpió como candidato republicano en el 2016, a Hillary Clinton le tocó el papel de encarnar el mal. Entonces sostuvo que la demócrata debería ser descalificada en la carrera a la presidencia por los correos de su época de secretaria de Estado que fueron borrados y que, según Trump, contenían información vulnerable si caían en manos de los enemigos.
“No podemos tener a alguien en la Sala Oval que no entienda el significado de las palabras confidencial o clasificado”, afirmó en uno de sus actos de campaña. Al instante irrumpía el grito de “encarcélala”, que él también coreaba y aplaudía exhibiendo sonrisa de justiciero.
Paradojas que trae el paso del tiempo. Trump “se entregará” el martes y comparecerá ante una juez de Miami imputado por 37
En su primer acto público, Trump dice que la acusación carece de base y equipara el caso a la Rusia de Stalin
cargos, lo que le convierte en el primer presidente o expresidente con una acusación penal federal, y precisamente por llevarse documentos altamente clasificados que ponían en grave riesgo la seguridad nacional y la de los aliados.
Una posible condena por solo uno de los delitos más graves, como violar la ley de espionaje, le supondría un encierro de hasta 20 años, una especie de cadena perpetua para un hombre que cumple los 77 el próximo miércoles, 14 de junio.
Además de los cargos en Manhattan por el supuesto pago para acallar a una actriz porno. Este otro asunto, de mucha más relevancia penal, puede suponer un desafío nunca afrontado. Como es muy probable que la causa no esté resuelta antes de noviembre del 2024, si Trump gana las primarias republicanas no solo perseguirá la Casa Blanca, sino que luchará para no ir a prisión. De volver a ser presidente, de un plumazo aniquilaría la investigación contra él, a pesar de la relevancia y cantidad de pruebas acumuladas que retratan su desprecio por las obligaciones como comandante en jefe.
Hasta The New York Post, tabloide de cabecera de la extrema derecha, se burló de él ayer sábado con un título a toda portada de “Cámara de los secretos”. La ilustraron con la foto, incluida en el escrito de acusación del fiscal especial Jack Smith, en la que se ve una pila de cajas almacenadas en un lavabo de su mansión de Mar-a-lago. Ahí, o en una ducha o en la sala de baile de su club, podía haber papeles sobre armas nucleares o planes de ataque a Irán.
A Hillary Clinton la investigó el FBI durante más de un año y no encontraron que sistemáticamente o deliberadamente hiciera un mal uso de secretos. Clinton estuvo presta al quite y sacó un tuit el viernes que desquició a la derecha. Ella luce una gorra en la que se lee: “Pero sus emails”. Tiró de sarcasmo para recaudar fondos a favor de los grupos prodemocracia.
Y esto es lo que precisamente está en juego. La reacción del expresidente y la de sus fieles, como el presidente de la cámara baja, Kevin Mccarthy, coinciden en la estrategia de que las fuerzas de seguridad y la justicia han sido secuestradas por el presidente Joe Biden y los demócratas para eliminar al principal rival en las urnas.
Trump lanzó desde su red Truth Social todo un ataque contra Smith, al que tildó de “loco trastornado”, de estar en manos de Biden o de “psicópata” que no debería estar implicado en la investigación de ningún asunto “salvo mirar a Biden como un criminal, que lo es”.
Uno de sus argumentos es que Biden se llevó documentos, pero no dice que los devolvió en cuanto se los pidieron y no se planteó “esconderlos” o “destruirlos” como él, señala el documento de acusación. El tema de Biden sigue pendiente, mientras que el vicepresidente Mike Pence fue absuelto esta semana.
Después de colgar una parodia en su red en la que atropellaba a Biden con un coche de golf, Trump viajó este sábado a Columbus (Georgia), su primera comparecencia pública tras la
imputación. En ese mitin afirmó que “la acusación, sin base y ridícula, formulada por el departamento de injusticia, pasará a la historia como uno de los más horribles abusos de poder”. Ante el fervor de la audiencia, se refirió a “una farsa de justicia” y que “Biden está intentando meter en la cárcel a su rival político”, que, matizó, “es lo que hacían en la Rusia estalinista o en la China comunista, no hay diferencia”.
Proclamó su inocencia y que todo esto era una acusación falsa de un fiscal que le odia. “Nadie puede creer que esto pase en América”. No satisfecho, recalcó que “el criminal más protegido es el deshonesto Joe Biden”.
En esta línea, y en un ejercicio de doble moral política y olvidando lo que pregonó sobre los correos de Clinton, Mccarthy aseguró que la imputación contra Trump va a “quebrar esta nación porque “ataca el núcleo de la justicia igualitaria para todos, que no se ve hoy”. Pensando en Hillary o en Hunter Biden, hijo del presidente, el legislador republicano Andy Biggs pidió desmantelar el FBI tras la acusación a Trump. “Hemos alcanzado la fase de guerra”.
Ron Desantis, aspirante a la presidencia, se halla en esa encrucijada que quiere marcar diferencias con el expresidente, pero sin enfadar a sus bases, a los que quiere conquistar. “La utilización de la ley federal es una amenaza mortal para una sociedad libre”, en tanto que Pence, también en la lucha electoral, equiparó la imputación a lo que hacen “los líderes de naciones del tercer mundo”. Se olvidó de que Francia condenó a un expresidente o que Israel investiga a su primer ministro.
También hubo republicanos que reconocieron que la acusación no es insustancial. “La acusación es devastadora”, declaró John Bolton, exconsejero en el gobierno de Trump. Chris Christie, otro aspirante conservador al 2024, remarcó que el fiscal Smith ha documentado pruebas muy evidentes y se preguntó: “¿Es esta la conducta que queremos para alguien que pretende ser presidente?”.
Esta es la gran cuestión.