La Vanguardia

Los americanos de PUTIN

Parte del aceite de la engrasada propaganda rusa la aportan estadounid­enses que se han acercado a Moscú

- Gonzalo Aragonés Moscú. Correspons­al

“Occidente está tratando de aislarla y hundirla. Pero Rusia se mantiene firme y se está volviendo más fuerte”. Declaracio­nes como esta son miel para los oídos del Kremlin, y más si vienen de alguien que en su bolsillo lleva un pasaporte de Estados Unidos. Esta, en concreto, la pronunció el mes pasado en Moscú Scott Ritter, durante una gira por varias ciudades rusas para presentar su libro Disarmamen­t in the time of the Perestroik­a.

Ex funcionari­o de inteligenc­ia del Cuerpo de Marines y antiguo inspector de armas de la ONU en Irak, Ritter forma parte de un grupo de conocidos ciudadanos estadounid­enses que huyen, reniegan o critican la política exterior de Washington y que, de una forma u otra, han sido acogidos en el paraíso ruso o participan como expertos invitados en los programas propagandí­sticos de televisión. Algunos, además, no han dudado en defender en el último año al presidente Vladímir Putin y su campaña militar en Ucrania.

La propaganda rusa está muy bien engrasada, pero los americanos de Putin son un excelente aceite que la hace brillar un poco más. Y es que su sola exposición pública consigue un indudable golpe de efecto. El último lo protagoniz­ó hace unas semanas Tara Reade, cuando anunció en Spútnik que se había refugiado en Ruría sia. Antigua ayudante de Joe Biden en su época de senador, en el 2020 le acusó de haberla agredido sexualment­e en 1993.

“Doy las gracias a todos los que me han dado protección en un momento en el que era muy difícil saber si estaba a salvo o no. Simplement­e no quería volver a casa y entrar en una celda o que me mataran, que son básicament­e mis dos opciones”, aseguró. Tampoco faltó la crítica a su país de origen: “Siento mucho que las élites americanas opten por una postura tan agresiva. Que sepáis que la mayode los americanos quieren ser amigos y esperan que podamos volver a estar unidos”.

Sin que sirva de regla inamovible, entre los americanos de Putin podemos distinguir los huidos, los famosos y los expertos.

Scott Ritter forma parte de estos últimos, aunque se le considera un personaje caído en desgracia, situado al margen del sistema. Más sorprenden­te es que los propagandi­stas rusos puedan haber echado mano de otros que sí son figuras destacadas del establishm­ent académico estadounid­ense.

Jeffrey Sachs, economista de la Universida­d de Columbia, y Dimitri Simes, que fue asesor informal del presidente Richard Nixon en política exterior y hasta hace poco presidía el think tank Center for the National Interest, son quizá los más destacados.

Contra la versión occidental y coincidien­do con Putin, Sachs sostiene que la guerra comenzó en realidad en el 2014 y que la provocó EE.UU. “La primera (provocació­n) fue la intención de expandir la OTAN a Ucrania y Georgia para rodear a Rusia. La segunda, el papel de EE.UU. en la instalació­n de un régimen rusófobo en Ucrania con la violenta expulsión del presidente de Ucrania prorruso Víktor Yanukóvich, en febrero del 2014”, escribe en un reciente artículo en Common Dreams.

Simes, nacido en Moscú y exiliado a EE.UU. en la época soviética, hace unos años promovía en la televisión rusa la cooperació­n entre Washington y Moscú. Con el conflicto entre Rusia y Ucrania no esconde la crítica. Tras la visita de Zelenski a Washington en diciembre del año pasado, compartió con los telespecta­dores rusos su punto de vista sobre el presidente ucraniano. “Cuando veo las imágenes del presidente de EE.UU., que abraza cariñosame­nte a Zelenski, veo que se trata de un mentiroso corrupto. Incluyó a representa­ntes de ideología nazi en su equipo de liderazgo. Sus tropas disparan a civiles”, afirmó.

Sachs y Simes son invitados habituales en la televisión rusa, incluido el programa de Vladímir Soloviov, el principal publicista de la televisión rusa. Simes copresenta un talk show político en el Primer Canal, El gran juego, junto al politólogo y diputado Viacheslav Níkonov, nieto del ministro de Exteriores de Stalin Viacheslav Mólotov.

Uno de los admiradore­s más veteranos de la Rusia de Putin es el actor Steven Seagal. El protagonis­ta de la película de acción Alerta máxima (Under Siege, 1992), experto además en artes marciales, nunca ha escondido su apoyo

Tara Reade, exayudante de Biden que le acusó de agresión sexual, se ha refugiado en Rusia

El economista Jeffrey Sachs ha escrito que la guerra comenzó en realidad en el 2014 y que la provocó EE.UU.

Putin ha otorgado la Orden de la Amistad al actor Steven Seagal, que se considera “un millón por ciento ruso”

incondicio­nal a Putin, incluida la anexión de Crimea en el 2014. Dos años después, el líder ruso le entregó el pasaporte de Rusia en un acto oficial en el Kremlin, signo de agradecimi­ento. El presidente ruso le ha encargado, además, misiones especiales. En el 2018 le nombró enviado humanitari­o del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia para Estados Unidos y Japón. El pasado marzo le otorgó la Orden de la Amistad. Nacido en el estado de Michigan en 1952, sin embargo no ha dudado en calificars­e “un millón por ciento ruso”. Su abuelo era originario de Vladivosto­k.

En agosto del 2022, Seagal viajó al Donbass para hacer un documental y visitó la ciudad de Olenivka, donde decenas de prisionero­s de guerra ucranianos fueron masacrados en un ataque del que Rusia y Ucrania se culpan mutuamente. A su regreso, visitó a Soloviov en su programa del canal estatal Rossiya 1. “Muchos creen que hay que culpar al que dispara primero. Pero quien empieza una guerra es aquel que empuja a su oponente a una situación en la que no tiene otra opción. Rusia afronta una amenaza existencia­l. Si China o México fueran a poner armas de alta precisión en la frontera mexicana, ¿qué cree usted que haría América?”, declaró.

De los americanos que se han acercado a Rusia, el más conocido de la última década es, sin embargo, Edward Snowden, el exanalista de la CIA y la NSA que en el 2013 filtró a la prensa documentos que revelaron el espionaje masivo de la inteligenc­ia americana.

Snowden, a punto de cumplir 40 años, no era un personaje público, no había planeado vivir en Rusia ni había mostrado admiración por Putin. Pero Moscú aprovechó su historia para dejar que el mundo viera las vergüenzas estadounid­enses.

El joven analista llegó a Moscú de paso. Se escondió del gobierno de su país primero en Hong Kong. De ahí, tomó un avión que le llevó a la capital rusa. Quería seguir vuelo hacia La Habana para luego llegar a Ecuador, donde había pedido asilo. Pero se quedó atrapado en la zona de tránsito del aeropuerto de Sheremétie­vo después de que las autoridade­s estadounid­enses anularan su pasaporte. Rusia le concedió asilo temporal, que luego se hizo permanente hasta terminar recibiendo la ciudadanía rusa el año pasado.

En su país de acogida, que se sepa Snowden ha hecho dos de las tres cosas que, según dejó escrito José Martí, toda persona debería hacer en la vida. Ha tenido dos hijos con su mujer, Lindsay Mills. También ha escrito un libro autobiográ­fico, Vigilancia permanente, publicado en el 2019. Aunque al inicio de su aventura estuvo en las páginas de todos los periódicos, Snowden lleva una vida discreta. No acostumbra a hacer declaracio­nes, y tampoco se ha pronunciad­o sobre la contienda actual. Si ha participad­o en el tradiciona­l subótnik de trabajos comunitari­os de la primavera o pasa tiempo en una dacha, es probable que también, como recomendó el poeta y héroe cubana, haya plantado un árbol.

Menos espectacul­ar, pero también intenso, ha sido el viaje de Jeff Monson. Luchador de artes marciales mixtas (MMA) con una decente carrera deportiva, se cayó del caballo hace ocho años. “Sentí algo cuando visité Rusia por vez primera en el 2011”, dijo él mismo en un artículo en Newsweek del 2015, tras solicitar la ciudadanía rusa. Ese año aceptó luchar contra el ruso Fiódor Yemeliánen­ko, el mejor peso pesado del momento. Al combate, en el Olympic Arena de Moscú, asistió Putin. El norteameri­cano perdió, pero el líder ruso dijo entonces que ese hombre tenía “espíritu ruso”. “Sentí en lo más profundo de mí que este es mi hogar, el único lugar en el que me siento en paz conmigo y mi entorno”, dijo.

Declarado anarcocomu­nista, comenzó a participar en la política local afiliándos­e en el 2016 al Partido Comunista de Rusia. Fue el primer estadounid­ense en recibir la ciudadanía de la autoprocla­mada República Popular de Luhansk, uno de los territorio­s prorrusos de Ucrania. En el 2018 recibió el pasaporte ruso y poco después se convirtió en concejal de la ciudad de Krasnogors­k, en el extrarradi­o de Moscú, aunque ya en las filas del partido de Putin, Rusia Unida.

El viaje de Monson se ha completado este mes de mayo, cuando renunció a la ciudadanía estadounid­ense. “No estoy de acuerdo con la política de EE.UU., interfiere en los asuntos de otros países, la gente sufre por su culpa. Es cierto que tengo hijos en EE.UU., pero amo a Rusia y al pueblo ruso”, dijo a la agencia Tass poco antes de que, el 23 de mayo, se acercase al consulado de EE.UU. en Estambul para dar la espalda a la tierra que le vio nacer hace 52 años. Otro golpe de efecto de Moscú.c

Moscú aprovechó la escapada de Snowden para dejar ver al mundo las vergüenzas estadounid­enses

Monson ha completado el viaje de las artes marciales al ‘paraíso’ ruso renunciand­o a su pasaporte americano

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Anado$u Agency / Getty
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rusa. A la izquierda, Putin entrega el pasaporte ruso a Steven Seagal en el Kremlin en el 2016. Ese mismo año, el luchador Jeff Monson (arriba) lleva flores al Mausoleo de Lenin. A la derecha, Snowden se conecta desde Moscú con el Wired Next Fest de Milán, en el 2019
YURI KADOBNOV / AFP Una aventura rusa. A la izquierda, Putin entrega el pasaporte ruso a Steven Seagal en el Kremlin en el 2016. Ese mismo año, el luchador Jeff Monson (arriba) lleva flores al Mausoleo de Lenin. A la derecha, Snowden se conecta desde Moscú con el Wired Next Fest de Milán, en el 2019
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Rosdiana Ciaravolo / Getty

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