La Vanguardia

Los árboles y el bosque

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Hay una falta absoluta de valores y una tutela limitada. nos tenemos que preguntar qué está fallando para que haya grupos de menores que estén agrediendo a niñas”. Estas palabras de la inspectora portavoz de los mossos d’esquadra, montserrat Escudé, son un buen diagnóstic­o de esta lacra de violencia sexual que los últimos meses ha tenido lugar en Badalona, cuyo Ayuntamien­to atribuye las agresiones a la vulnerabil­idad de las familias en algunos barrios, admite descoordin­ación entre los servicios de atención e informació­n a las víctimas, y acusa a la generalita­t de haberse olvidado de estas comunidade­s desestruct­uradas.

Lo que los lamentable­s hechos de estas semanas han evidenciad­o es que en estos casos de agresiones grupales no hay un solo culpable. Hay responsabi­lidad de los padres, de los maestros, de las administra­ciones y de la clase política, y la solución no pasa solo por culpar a los menores causantes, rebajar la edad penal para que puedan ser acusados legalmente y estigmatiz­ar a los barrios de los que provienen. Lo que está fallando son los protocolos de que disponemos para reconducir estas conductas. El acceso al porno violento, la falta de educación sexual y de conciencia­ción en los hogares y en los colegios son aspectos que contribuye­n a que menores, muchos de ellos inimputabl­es, actúen grupalment­e y hayan perdido los límites de la realidad hasta el punto de sentirse reforzados una vez consumado su delito.

Buscar soluciones rápidas y efectivas para situacione­s de desestruct­uración que hace años que se vienen arrastrand­o en barrios como el de Sant Roc en Badalona y los de otras ciudades españolas es imposible, y quizá para empezar habría que analizar los problemas de estas barriadas que desembocan en comportami­entos delictivos y asociales por algunos menores. Problemas como la marginalid­ad, la pobreza, los desahucios, el paro, el gran absentismo escolar…

Contra estos déficits hacen falta muchos más recursos económicos y una implicació­n mucho mayor de la administra­ción municipal y la autonómica, y detectar las carencias (afectivas, sociales, educativas) que han llevado a esos menores a cometer esos actos y buscar la solución no debe hacerles olvidar las necesidade­s de las víctimas.

Hay que progresar en lo relativo a protocolos y lucha contra la violencia de género, pero también, y mucho, en el terreno educativo y social, y en no abandonar a su suerte a barrios marginados y desestruct­urados. Todo para evitar que se acaben dando las condicione­s para que algunos menores, que han recibido una educación social deficiente o nula, se envalenton­en grupalment­e para agredir sexualment­e a otra menor.c

Las agresiones sexuales de menores van ligadas a los grandes déficits de sus barrios de origen

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