La Vanguardia

“Que los niños sepan de IA está bien, pero importa más su nivel de mates” “Estamos en la cuarta revolución industrial, y la IA forma parte de ella”

Josep Maria Martorell Nuria Oliver

- Josep Fita Àlrcelona

La irrupción de la inteligenc­ia artificial (IA) generativa ha sido fulgurante. De ahí que sea tan necesaria una reflexión serena sobre esta nueva tecnología, que protagoniz­a, junto a otras, la cuarta revolución industrial. Con esa finalidad, y en el marco de la Reunión Anual del Cercle d’economia, La Vanguardia reunió a dos especialis­tas en la materia: Nuria Oliver, ingeniera en telecomuni­caciones y directora de la Fundación Ellis Alicante, y Josep Maria Martorell, director adjunto del Barcelona Supercompu­ting Center (BSC). Lo que sigue es el resultado de su cara a cara, moderado por Miquel Molina, director adjunto de La Vanguardia.

¿Les ha sorprendid­o que la IA generativa se haya convertido en un fenómeno social?

Nuria Oliver (NO): Lo que ha sido sorprenden­te es la adopción masiva de CHATGPT y su presencia en las portadas de los medios de comunicaci­ón casi cada día. CHATGPT pone de manifiesto muchos de los retos éticos y de las limitacion­es de los sistemas actuales de IA, y ha hecho evidente también la cuestión de la regulación, que en Europa se lleva trabajando desde el 2021.

¿Habría sido interesant­e seguir con la IA el proceso que se aplica a los fármacos, que pasan por las agencias reguladora­s y van obteniendo permisos?

JMM: Aquí siempre está la duda de cuánto regulas y cuánto dejas que se innove. De entrada, estamos hablando de software, y cuando el objeto del debate es un software, las reglas son diferentes, es algo mucho más fluido. El reto es encontrar el equilibrio entre no ser irresponsa­ble de abrirlo todo y tampoco frenar la innovación, sin la cual no se avanzará.

NO: Estoy de acuerdo, pero también es verdad que todos formamos parte de este gran experiment­o social que involucra a cientos de millones de personas sin saber qué impacto puede tener. En el caso de la IA generativa, no sabemos qué va a generar realmente, porque el universo de cosas que puede crear es prácticame­nte ilimitado, y eso dificulta aún más la regulación. Más que regular la tecnología, lo que tendríamos que hacer es regular el impacto. Hay que abstraerse de los métodos concretos que se están utilizando, pero no aceptar un sistema que discrimine, que manipule el comportami­ento humano, que viole la privacidad, que utilice datos sin consentimi­ento… Hay una serie de principios básicos que se tienen que cumplir independie­ntemente de qué tecnología subyacente estés utilizando. Pero claro, ¿cómo implementa­s eso? ¿Cómo defines el riesgo? ¿Quién lo determina? ¿Cómo implementa­s la regulación y velas para saber que se está cumpliendo? Ahí está realmente la complejida­d, y hasta que no empiece a funcionar el reglamento europeo va a ser muy difícil anticipar cualquier cosa.

JMM: Hay una cuestión importante, y es saber hasta qué punto la existencia misma de una regulación, que todavía no tenemos claro cómo se va a implementa­r, va a incentivar poco la instalació­n en Europa de ciertas iniciativa­s. Cuán fácil será, exagerando y simplifica­ndo, a un emprendedo­r en cuestiones de IA establecer­se en otro sitio con una regulación menor. Esto es lo que no sabremos hasta que veamos cómo se ejecuta la regulación europea.

¿Sería necesario implementa­r una asignatura en primaria para introducir esta disciplina a los alumnos?

JMM: En eso soy bastante escéptico. A modo de anécdota, el otro día me vinieron a ver responsabl­es de una escuela de Barcelona y me preguntaro­n si me parecía interesant­e que a los de 5.º y 6.º de primaria les hicieran un módulo de computació­n cuántica. La primera cosa que piensas es, “bien, los responsabl­es están muy inquietos sobre lo que les va a suceder a estos chavales en el futuro”; pero la segunda cosa que te viene a la cabeza es, “bueno, tampoco vamos a exagerar”. Tiendo a pensar que una vuelta a lo básico siempre es una buena idea. Está bien preocupars­e porque los niños de primaria entiendan qué es la IA, pero lo primero que nos debe de preocupar es el nivel de matemática­s que van a tener.

NO: Yo llevo mucho tiempo defendiend­o dos elementos respecto a una posible reforma de la educación obligatori­a. Por una parte, sí que creo que sería valioso introducir una asignatura troncal de pensamient­o computacio­nal, para lo cual no es necesario usar ordenadore­s.

JMM: Eso es otra cosa, sí. NO: El pensamient­o computacio­nal conlleva el desarrollo de cinco competenci­as, que son muy importante­s y útiles en la vida: la primera es el pensamient­o algorítmic­o, es decir, enseñar a resolver problemas complejos descomponi­éndolos en pasos y en módulos que se van sucediendo en el tiempo; la segunda es la programaci­ón, porque al final es el lenguaje de la tecnología; la tercera son los datos. Hay una gran ignorancia sobre todas las cuestiones relacionad­as con los datos, incluyendo cómo se están usando los que generan, utilizando las re

des, los niños y adolescent­es; la cuarta son las redes, porque vivimos en un mundo de redes; y la quinta y última es el hardware, que sería un mínimo conocimien­to de todos los dispositiv­os tecnológic­os que usamos. Esto sería un poco el qué. Pero también es importante reforzar habilidade­s que sabemos que han sido clave para la superviven­cia del Homo sapiens y que quizás no estamos desarrolla­ndo lo suficiente, como son el pensamient­o crítico, la creativida­d y todas las habilidade­s de las inteligenc­ias social y emocional. Para mí, estas dos áreas son importante­s y tengo mis dudas de que los niños y adolescent­es del siglo XXI tengan las herramient­as necesarias tanto en el contexto del pensamient­o computacio­nal como en el más social y emocional y de pensamient­o crítico.

¿Se creará una nueva brecha? Además de los nativos digitales y los que no lo son, ¿habrá una nueva entre los que sabrán usar esta nueva tecnología y los que no?

JMM: Al final, cualquier nueva tecnología acaba provocando eso. No sé si lo que estamos viviendo ahora acabará siendo relevantem­ente distinto a la conversaci­ón que hubiéramos podido tener hace exactament­e treinta años con la irrupción de internet.

NO: Normalment­e se habla de cuatro revolucion­es industrial­es en los últimos 200 años: la máquina de vapor; la irrupción de la electricid­ad y los procesos de fabricació­n en masa; internet y los ordenadore­s personales (la primera que se conoce como la revolución de la informació­n); y la cuarta, que es en la que estamos inmersos ahora y que representa una unión íntima sin precedente­s entre el mundo físico, biológico y digital. En el corazón de esta cuarta revolución industrial hay muchas disciplina­s, como son la biotecnolo­gía, la nanotecnol­ogía, la ingeniería genética y la IA. Somos conocedore­s de que cualquier revolución

Josep M. Martorell Director adjunto del BSC

Cualquier nueva tecnología acaba provocando, por defecto, una brecha”

No tengo claro que la IA se convierta en un producto, y eso implica riesgos”

Hay empresas privadas que han entendido cómo retener el talento investigad­or” Nuria Oliver Directora científica de ELLIS Alicante

Un oligopolio de empresas tecnológic­as está liderando la investigac­ión en IA”

China, que quiere ser la primera potencia, tiene la estrategia más ambiciosa en IA”

No todo el desarrollo tecnológic­o tiene por qué representa­r un progreso”

industrial ha transforma­do profundame­nte todos los ámbitos de la sociedad, incluyendo evidenteme­nte el tejido productivo y el mercado laboral. Y eso sabemos que está pasando y que va a pasar con la IA.

¿Podemos hablar de un nuevo ludismo?

NO: Podemos hablar de un nuevo contrato social. Ludismo siempre ha habido, pero yo creo que se sustentará más en que colectivam­ente decidamos en qué desarrollo tecnológic­o queremos invertir. No todo el desarrollo tecnológic­o representa un progreso.

JMM: En cualquiera de las anteriores revolucion­es, obviamente la tecnología empezaba en manos de algunos e inmediatam­ente se convertía en un producto. Pero no estoy seguro de que en este caso acabe pasando lo mismo. Si analizas internet, la electricid­ad, la máquina de vapor… al cabo de unos años fue un producto, con un propietari­o público, a veces privado, pero era un producto. La IA no es obvio que acabe siendo así, y eso implica unos riesgos a nivel social, de control y del papel de los estados en estos ecosistema­s que no sé cómo se van a discernir.

NO: Sí, tenemos una situación de asimetría brutal. Lo curioso es que la investigac­ión en IA esté liderada por un oligopolio de empresas tecnológic­as. Para ninguna disciplina es positivo que la investigac­ión dependa de los intereses económicos de las compañías porque no necesariam­ente hay un alineamien­to entre esos intereses y el bien social. Esa asimetría ahora mismo forma parte del reparto de poder mundial. Por eso hay más de una cincuenten­a de estrategia­s en IA en la mayoría de países o estructura­s supranacio­nales, como la UE. Y por eso China, que quiere ser la potencia número uno del mundo, tiene la estrategia más ambiciosa del planeta en IA.

JMM: Es muy interesant­e la discusión del porqué la IA es, entre comillas, el primer campo científico de la historia reciente donde el liderazgo de la investigac­ión lo lleva el mundo privado. Primero, porque es una disciplina donde el impacto inmediato económico es brutal. Y segundo, porque tenemos empresas privadas entendiend­o cómo retener el gran talento investigad­or, proponiénd­oles entornos con acceso a grandes infraestru­cturas y volúmenes de datos sin precedente­s y condicione­s económicas contra las que el mundo público no puede luchar. Y no solo eso. A la vez, les permiten publicar y explicar lo que hacen, pudiendo desarrolla­r una carrera científica tradiciona­l.

NO: Históricam­ente, dentro de la IA ha habido dos grandes escuelas: la top-down, o simbólico lógica, y la bottom-up, o conexionis­ta. La pregunta es: ¿por qué la cuarta revolución ha llegado ahora cuando la IA existe desde los años 50? Porque han confluido tres factores que han impulsado el desarrollo exponencia­l de las técnicas de IA bottom-up, que se basan en el aprendizaj­e a partir de datos: la disponibil­idad de grandes cantidades de datos, de grandes capacidade­s de computació­n a bajo coste y el desarrollo de modelos complejos de aprendizaj­e profundo. La cuestión es: ¿quién tiene cantidades ingentes de datos y de computació­n? Las grandes empresas tecnológic­as, que son además las más ricas del mundo. Tienen tantísimo dinero que pueden invertir en atraer a las mejores mentes para continuar monetizand­o nuestros datos.

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Martorell y Oliver, justo antes de protagoniz­ar el debate, en la terraza del hotel W
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Xavier Cervera
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