La Vanguardia

Todavía queda algún buen samaritano

- Josep Fita Barcel na

El pasado 13 de mayo, La Vanguardia publicó un reportaje que tocó el alma de muchos lectores. Y no es para menos. En él se explicaba la historia de Jordi, un joven de 21 años, que padece autismo, que estuvo casi cuatro años recluido voluntaria­mente en su habitación jugando casi de manera ininterrum­pida a los videojuego­s. Solo salía para hacer visitas esporádica­s al baño. En el momento álgido de su encierro, llegó a estar jugando durante “3 o 4 días seguidos”, contaba su madre (Laura, 44 años).

Su enclaustra­miento se inició poco antes de la irrupción de la pandemia y la situación no empezó a mejorar ligerament­e hasta cuatro años después. Concretame­nte, dos meses antes de la fecha de publicació­n del artículo. Laura explicaba a este diario que no recibía ninguna ayuda de las administra­ciones por su hijo. Tampoco por el mediano (Jordi tiene dos hermanos), diagnostic­ado como asperger. La historia removió conciencia­s. Tanto, que un empresario, que prefiere permanecer en el anonimato, ha decidido ayudar a la familia de manera desinteres­ada.

Tiene 62 años, es catalán y resempezad­o ponde a las iniciales M. S. M. Confiesa que la historia de Jordi le impactó. También la entereza de Laura y su manera de afrontar el problema. “Me impresiona su actitud frente a la vida”, explica a La Vanguardia. En paralelo, no entiende cómo las administra­ciones no se han volcado con la familia “en un caso tan claro”. “Es indignante”, subraya. Le molesta especialme­nte las veces en las que, ni tan siquiera, han respondido a las reclamacio­nes de Laura. La madre de Jordi pidió “en varias ocasiones” poder ingresarlo en el hospital de día. “Todavía estoy esperando que me respondan”, contaba a este diario.

En el reportaje, se explicaba que Jordi estaba mejorando gracias a una terapia que había iniciado en el hospital Parc Taulí de Sabadell, ciudad donde reside. Fruto de esa ligera mejoría (todavía mostraba y muestra, aunque en menor medida, una importante adicción a los videojuego­s), se había propuesto iniciar un curso en septiembre en la escuela Joso, de cómic y artes visuales (le gusta mucho dibujar). Laura confesaba en el artículo que intentaría­n costearlo a pesar de la situación económica delicada que atraviesan. Y ahí es donde quiere incidir el empresario, que se ha comprometi­do a pagar las matrículas y todas las mensualida­des durante los próximos cinco años, tiempo que dura el curso. Y no sólo eso. También se hará cargo de todas las gestiones para incapacita­r a Jordi judicialme­nte y buscar un empleo al marido de Laura, que trabaja en un restaurant­e que cerrará próximamen­te. “En mi grupo también tenemos negocio de hostelería y miraremos qué podemos hacer. Y si no puedo emplearlo, haré circular el currículo entre colegas empresario­s”, arguye M. S. M., que tiene la intención de visitar a la familia para conocerles.

El hecho de la aparición de este empresario más la pensión de 400 euros no contributi­va que ha a cobrar Jordi desde hace poco, han hecho que recupere algo el ánimo. “Con estos 400 euros se paga un curso de natación y una nutricioni­sta, para que le ayude a adelgazar”, explica Laura.

Su ánimo ha subido hasta tal punto que sale casi cada día de casa, algo que no hacía antes. Los lunes, para hacer una hora de deporte con el grupo de personas con las que comparte la terapia grupal; los miércoles, para ir a dicha terapia (el equipo guía del Taulí va a buscarlo a casa); los jueves, para encontrars­e con otros jóvenes en un centro cívico de Sabadell; y los viernes en teoría ha de acudir a un curso de defensa personal pero, “por el momento, todavía no se ha animado a ir”, relata Laura. Incluso algunas tardes, en fin de semana, ha quedado con excompañer­os de la escuela de educación especial Xalest, donde había estudiado.

Cada noche, además, acompaña a su madre a sacar a pasear al perro, y a las 22 h apaga él mismo el ordenador para luego meterse en la cama a mirar el móvil hasta que se duerme. Laura agradece mucho este último avance. “Cuando está peor, yo apenas duermo. Él es muy obsesivo y se apoya mucho en mí, y constantem­ente me despierta”.

Laura admite estar expectante. “Estoy mejor de ánimo, pero parece algo irreal que las cosas empiecen a ir un poco mejor. No obstante, tengo que estar encima de él para que vaya a las actividade­s”.

M. S. M., por su parte, espera que este artículo “ayude a despertar conciencia­s”. Explica que no tiene hijos y que, “en lugar de dar dinero a oenegés”, ayuda “en casos particular­es” relacionad­os, sobre todo, con la salud. “Hay que devolver a la sociedad lo que te ha dado. La vida me ha otorgado un privilegio y creo que tengo que devolverlo para que otros puedan vivir un poco mejor”, concluye.c

Al empresario catalán M. S. M. le impactó la historia de Jordi y va a pagarle los estudios en los próximos cinco años

“La vida me ha dado un privilegio y creo que tengo que devolverlo para que otros puedan vivir algo mejor”, dice

“No entiendo cómo las administra­ciones no se han volcado con la familia en un caso tan claro; es indignante”

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Es+ Rytuyp i Gdppult- Adicción. Jordi estuvo casi cuatro años sin salir de su habitación, donde jugaba casi de manera ininterrum­pida a los videojuego­s ante la mirada impotente de su madre
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Un drama familiar. Imagen del reportaje publicado en ‘La Vanguardia’ el pasado 13 de mayo en el que se contaba la historia de Jordi, que llegó al alma de muchos lectores

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